Por motivos de trabajo, viajé a El Salvador a fines de abril. Para más precisión, el avión despegó el 21 de abril de 2010. En la capital de ese pequeño país centroamericano, San Salvador, conocí a, o mejor, me reencontré con, un viejo amigo: G.A.R. Desde esta mañana mía, en una Buenos Aires invernal que disfruta de un día de primavera, viaja mi bien y mi gratitud hacia él y su generosa y hospitalaria familia.
Un misterio hay que lo sostiene todo y entrecruza nuestras vidas. Que nosotros, G.A.R. y yo, ambos budistas, nos hayamos conocido en San Salvador, me llena de asombro. ¿Cuántos budistas habrá en San Salvador que vengo a dar yo con uno?
En esta vida, G.A.R. se dedicó a la comunicación. Estudió arquitectura, fue publicista, es periodista y también da clases de literatura en una escuela salvadoreña especializada en artes, donde alumnos de entre 12 y 18 años hacen cursos extracurriculares los sábados. Antes de tomar el avión de regreso a mi ciudad, tuve la buena fortuna de que G.A.R. me acompañara a una librería.
De los muchos escritores que me nombró, de los tantos poemas que recitó G. mientras paseábamos en la camioneta junto a su esposa y uno de sus dos hijos, o en el museo antropológico de San Salvador caminando junto a él y su mujer, pudimos dar esa mañana tan solo con tres títulos: “Los nietos del Jaguar”, de Pedro Geoffroy Rivas; “El turno del ofendido”, de Roque Dalton; y “Jícaras tristes”, de Alfredo Espino.
También me llevé ese día una novela en primera persona, "El Asco. Thomas Bernhard en San Salvador", de Horacio Castellanos Moya. Es una parodia que sigue el estilo del escritor austríaco mencionado en el título, y que cuenta las impresiones de un tal Edgardo Vega, un salvadoreño que vive en Canadá, y que debe regresar a San Salvador por la muerte de su madre. En un bar, Edgardo se da cita con Moya. La novela es un monólogo desesperado en el que Edgardo se quita las ganas de decirnos cuánto asco, horror, culpa y odio le causa San Salvador. Si bien no reseño aquí este libro, aparecen sí algunos juicios compartidos, y dos o tres palabras prestadas cuando hable de los "conductores criminales" y de los civiles que "sueñan que son sargentos".
Pedro Geoffroy Rivas.
De los muchos escritores que me nombró, de los tantos poemas que recitó G. mientras paseábamos en la camioneta junto a su esposa y uno de sus dos hijos, o en el museo antropológico de San Salvador caminando junto a él y su mujer, pudimos dar esa mañana tan solo con tres títulos: “Los nietos del Jaguar”, de Pedro Geoffroy Rivas; “El turno del ofendido”, de Roque Dalton; y “Jícaras tristes”, de Alfredo Espino.
También me llevé ese día una novela en primera persona, "El Asco. Thomas Bernhard en San Salvador", de Horacio Castellanos Moya. Es una parodia que sigue el estilo del escritor austríaco mencionado en el título, y que cuenta las impresiones de un tal Edgardo Vega, un salvadoreño que vive en Canadá, y que debe regresar a San Salvador por la muerte de su madre. En un bar, Edgardo se da cita con Moya. La novela es un monólogo desesperado en el que Edgardo se quita las ganas de decirnos cuánto asco, horror, culpa y odio le causa San Salvador. Si bien no reseño aquí este libro, aparecen sí algunos juicios compartidos, y dos o tres palabras prestadas cuando hable de los "conductores criminales" y de los civiles que "sueñan que son sargentos".
Pedro Geoffroy Rivas.
La Nota Editorial de la edición de 1996 de la "BB" (Biblioteca Básica de Literatura Salvadoreña) no lleva firma. Seguramente fue copiada de una edición anterior, tal vez de otra editorial, y en la reproducción se omitió el nombre de su autor. Como sea, este amigo anonimo comienza diciendo:
"En El Salvador, donde los poetas han sido muchos pero los lectores pocos, es significativo que un poema perdure. Y tal ha sido el caso de Los Nietos del Jaguar, de Pedro Geoffroy Rivas. Su poema ha entrado en representaciones de teatro, ha sido objeto de interpretaciones pictóricas y obtenido el aprecio que un códice indígena tiene entre los mexicanos o los guatemaltecos."
El códice indígena del título, el Jaguar, también llamado Balam y Chac, es un animal de la mitología maya y una manifestación de su arte. "Señor de los de abajo", dueño del día y la noche, el Jaguar es para los mayas un símbolo de poder. Entre los Libros de Chilam-Balam, un pasaje del "Cuceb o Rueda Profética de los años Tunes de un Katun 5 Ahau" dice que traerá el Jaguar:
"Año Tun 2 Ix, Jaguar, será el tiempo de la pelea violenta, el tiempo en que arda el fuego en medio del corazón del país llano, en que ardan la tierra y el cielo, en que haya de tomarse el espanto como alimento; el tiempo en que se implore a los cielos. Perdido será el pan, perdida la lismosna; llorará Cuy, Lechuza, llorará Icim, Búho, en los caminos vecinales por toda la extensión de la tierra, por toda la extensión de los cielos. Se alborotarán las avispas, se alborotarán los miscros en el imperio de Ah Olon Yocté, El-nueve-pata-de-palo; Ah olon Kanaan, El-nueve-precioso. Decaída estará la faz de la sabana, destruidas las murallas. Será el tiempo en que se corte el linaje de los descendientes falsos cuando se yerga sobre la tierra, se yerga sobre el país llano, Buluc Ch'abtan, Once-ayunador, el hijo de Ah Uuceb, El-siete-montañas. A las orillas del mar tendrá abiertas sus fauces el terrible Ayin, Cocodrilo; trendá abiertas sus fauces el maligno Xooc, Tiburón. Será el tiempo en que se amontonen las Xuxob, Avispas, sobre los restos del agua, sobre las sobras de alimento. Hasta el tercer doblez del katun reinará el 5 Ahau del tercer año tun." (1)
Pedro Geoffroy Rivas fue antropólogo, periodista y poeta. Son considerados muy valiosos sus aportes académicos, principalmente su Toponimia náhuat de Cusclatlán y La lengua salvadoreña. Este conocimiento nutre su arte poético, poblado de religiones desaparecidas y parábolas que entremezclan tiempos y espacios históricos. En sus poemas, utiliza palabras en nahuatl, y sus paisajes contienen los elementos típicos de la cultura original de su tierra, utiliza vocablos nahuatl y contiene paisajes y elementos típicos de la cultura aborigen de su tierra, como el jade y el rugido, o el cayuco en los ríos verdes, o el cielo amarillo como el níspero y el maíz, o la rabia tras la violencia, el dolor de la estirpe perdida... Precisamente, de su libro Los nietos del Jaguar, publicado en 1977, dos poemas representativos:
Cuenta de la peregrinación
-------anduvimos errantes
años años años anduvimos errantes
la ventisca el granizo los violentos vendavales
las grandes bestias devoradoras
nada pudo detener nuestros pasos
cruzamos ríos
montes
abismos de terror
cumbres a las que nadie se atreviera antes
pavorosos desiertos
nada pudo detener nuestros pasos
en tierra arena roca dejamos hondas huellas
junto al mar caminamos
sobre las altas sierras
de día caminamos
de noche
sin detenernos
caminamos naciendo y caminando
soñando y caminando
pariendo y caminando
caminamos cantando y caminando
nada pudo detener nuestros pasos
con nuestra casa a cuestas
enterrando fechas
estableciendo muertos
caminando con el sol a la espalda
con el sol en los ojos
sudorosos
hambrientos
caminando
negros de sueño
heridos por la sed
sin luna tropezando
duros de frío
caminando
de grito en grito estableciendo el rumbo
caminando
sobre navajas bárbaras
caminando
prietos de arcilla
caminando
dolor afuera
caminando
directos al destino
caminando
creciendo en esperanza
caminando
años años años caminando caminando caminando
[…]
Vamos andando con G.A.R. por el Museo Nacional de Antropología. Nos acompaña su esposa. Se han levantado el domingo temprano para llevarme a que lo conozca antes de que salga el avión a Buenos Aires. En la pared, una foto de Geoffroy Rivas me muestra por primera vez su rostro. G.A.R. me habla de ese hombre de barba, y ya estamos observando cómo la gente obtenía tinta del añil cuando recita algunos de los versos que recién transcribí. Vamos caminando por el museo, caminamos y escuchamos la voz de G.A.R., caminando, caminando, caminando...
Para los nietos del jaguar
-------desde abajo
desde donde fue el principio
vino creciendo la raíz
extrañamente hacia arriba
buscando luz tal vez aire respuestas
escaleras para los jugos primordiales
oscuro metal marcándonos hasta un futuro irremediable
-------así se gritó el rumbo
se trazó la señal
se roturó el surco de la estirpe
nadie supo donde comenzó
cómo vino
retorciéndose
apretado entre piedras
levantando agua serpientes minerales
ríos de verde hasta olvidar el nudo del origen
cargándonos la sangre de preguntas
dudas
sollozos germinales contra la oculta ordenación
la ceniza levantando su flor
bestias ancestrales reviviendo sus lunas
negras constelaciones contra un cielo amarillo
encendiendo la noche con sus jades de asombro
poblándonos el pecho de sedientos rugidos
ah qué noche tan noche
qué soledad tan sola
qué silencio preñado de palabras
te abrieron
te rompieron
te escupieron la entraña
devolviste en amor lo que engendró la rabia
vencida triunfadora
dominante esclava
qué sueño despiadado corriéndote la sangre
qué bárbaro prodigio desbordándote
fijándote en el tiempo
volandera raíz
oculta rosa
ah qué mano la tuya amontonando vida
junto al retoño triste
qué fuente de dolor alimentándolo
hasta llegar a lo alto de la nueva palabra
extraña
ajena
de tan lejos venida
pero tú ya sabías
desde siempre sabías que era tuyo el acento
tuya la claridad del barro
tuya la rebelde sumisión de la piedra
tuya toda la música
cómo pudiste
antigua madre
acoger en tu seno
toda la furia acumulada en los canales seminíferos
de un bárbaro extremeño
loco de sol y de destino
a quien generaciones y más generaciones
le corrían a gritos
entre la piel sudada y la armadura
cómo pudiste
contener en tu mínima vasija
toda el agua de tantos manantiales
ser la portadora del verbo
en el que caben todas las acciones
cómo pudiste
diminuto cayuco
pequeño axcali de conacaste
acarrear río abajo a tantos pueblos
cómo pudiste única raíz
sostener tanto árboles
subir
desde tu piel de níspero
a todas las concentraciones
que en tu lejano nombre se suceden
ah portadora de incontables icpalis
incansable tejedora de ayates
moledora de todos los maíces
qué historia de prodigios
creció desde la oculta flor de tus ovarios
hacia las dimensiones del delirio
ríos de semen corrieron a la par de la sangre
ríos de aspero sueño
de preguntas sin voz
desesperados ríos de semillas
anegando los llanos salvajes de la angustia
arroyos con futuro de mar
agua recién nacida llorando sus gotitas
entre helechos oscuros y sagradas serpientes
dime
antigua madre
tu claridad de estatua
para encontrar los túneles secretos
que corren por el lecho profundo de tu cauce
dime tu tumultuosa soledad
el cotidiano duelo de tu entrega
para poder ahora desandar las raíces
navegar por las venas de una edad sin memoria
y otra vez descubrir tu comarca de encendidas pieles
asombrada de pájaros
prometedora de mágicos frutos
bajo el ajeno cielo donde un sol desconocido
traza la geometría de los nuevos designios
pero aún estamos aquí
y otra vez ganaremos la tierra
para los nietos del jaguar
Geoffroy Rivas nació y murió en Santa Ana, en 1908 y 1979 respectivamente. El paisaje de su infancia y sus primeras vivencias, la tristeza del pueblo y el misterio nocturno del cielo, asombrado, el amigo que partió y el primer amor, son los elementos de este poema temprano suyo, perteneciente a su libro Canciones en el viento:
Santa Ana
------Santa Ana:
te agradezco las mañanas
que le diste a mi niñez atónita.
------Te agradezco tu cerro y tu barranca
y tus tardes de octubre
llenas de barrilentes.
------Te agradezco tus parques soñolientos
donde hay pomuncios locos
y almendros de cristal.
------Tus calles empedradas
y tus techos de teja,
tus campanarios tristes
y tus largos crepúsculos.
------Te agradezco la escuelita aquella
donde había una pila con pecesitos rojos
y un amate con pájaros.
------Te agradezco la tristeza que dejaron en mi alma
tus noches cundidas de estrellas y luciérnagas.
------Te agradezco el amigo que se llevó la muerte
y la novia morena
que aún llena mi vida.
------Y hasta mi primer gran dolor
a ti te lo agradezco
mi Santa Ana.
Geoffroy Rivas, quien era parte de una familia de terratenientes salvadoreños, decidió adoptar públicamente la causa comunista. Como era de esperar, su familia lo apartó y las dictaduras militares lo persiguieron. De esta circunstancia nació Cuadernos del Exilio, donde el poeta describe la violencia y el dolor, pasados y presentes, del pueblo salvadoreño. Exiliado escribió:
Para cantar mañana
------No teníamos nada y ahora tenemos mucho.
------Tenemos diez mil muertos.
Tenemos el recuerdo de diez mil hermanos
que ofrendaron sus vidas por enseñarnos a vivir.
Tenemos un dolor mucho más grande
que aquel dolor de antes.
------No teníamos nada y ahora tenemos mucho.
------Tenemos diez mil tumbas que gritan
Veinte mil ojos sin vida que nos ven fijamente.
Tenemos un anhelo sin límites
y una bandera roja en cada rancho.
------
------No teníamos nada y ahora tenemos mucho.
------Hoy tenemos el grito ronco y áspero
y la angustia que late
como otro corazón dentro del pecho.
[…]
También de sus Cuadernos del exilio, este otro poema suyo:
Trenos del exiliado
-----------I
------Patria sin superficie,
hondura sólo,
apretada raíz inacabable.
------Patria sin voz,
mirada únicamente,
eterna claridad,
sonrisa pura.
------Patria sin realidad,
apenas sueño,
dulce visión de vegetal violento.
------Patria sin alegría.
Dolor
y otro dolor
y más dolor
y lágrimas de piedra.
------Patria con esperanza,
firme,
pura,
desolada,
limpia.
------Te me has vuelto volcán dentro del pecho.
Pedro Geoffroy Rivas fue antropólogo, periodista y poeta. Son considerados muy valiosos sus aportes académicos, principalmente su Toponimia náhuat de Cusclatlán y La lengua salvadoreña. Este conocimiento nutre su arte poético, poblado de religiones desaparecidas y parábolas que entremezclan tiempos y espacios históricos. En sus poemas, utiliza palabras en nahuatl, y sus paisajes contienen los elementos típicos de la cultura original de su tierra, utiliza vocablos nahuatl y contiene paisajes y elementos típicos de la cultura aborigen de su tierra, como el jade y el rugido, o el cayuco en los ríos verdes, o el cielo amarillo como el níspero y el maíz, o la rabia tras la violencia, el dolor de la estirpe perdida... Precisamente, de su libro Los nietos del Jaguar, publicado en 1977, dos poemas representativos:
Cuenta de la peregrinación
-------anduvimos errantes
años años años anduvimos errantes
la ventisca el granizo los violentos vendavales
las grandes bestias devoradoras
nada pudo detener nuestros pasos
cruzamos ríos
montes
abismos de terror
cumbres a las que nadie se atreviera antes
pavorosos desiertos
nada pudo detener nuestros pasos
en tierra arena roca dejamos hondas huellas
junto al mar caminamos
sobre las altas sierras
de día caminamos
de noche
sin detenernos
caminamos naciendo y caminando
soñando y caminando
pariendo y caminando
caminamos cantando y caminando
nada pudo detener nuestros pasos
con nuestra casa a cuestas
enterrando fechas
estableciendo muertos
caminando con el sol a la espalda
con el sol en los ojos
sudorosos
hambrientos
caminando
negros de sueño
heridos por la sed
sin luna tropezando
duros de frío
caminando
de grito en grito estableciendo el rumbo
caminando
sobre navajas bárbaras
caminando
prietos de arcilla
caminando
dolor afuera
caminando
directos al destino
caminando
creciendo en esperanza
caminando
años años años caminando caminando caminando
[…]
Vamos andando con G.A.R. por el Museo Nacional de Antropología. Nos acompaña su esposa. Se han levantado el domingo temprano para llevarme a que lo conozca antes de que salga el avión a Buenos Aires. En la pared, una foto de Geoffroy Rivas me muestra por primera vez su rostro. G.A.R. me habla de ese hombre de barba, y ya estamos observando cómo la gente obtenía tinta del añil cuando recita algunos de los versos que recién transcribí. Vamos caminando por el museo, caminamos y escuchamos la voz de G.A.R., caminando, caminando, caminando...
Para los nietos del jaguar
-------desde abajo
desde donde fue el principio
vino creciendo la raíz
extrañamente hacia arriba
buscando luz tal vez aire respuestas
escaleras para los jugos primordiales
oscuro metal marcándonos hasta un futuro irremediable
-------así se gritó el rumbo
se trazó la señal
se roturó el surco de la estirpe
nadie supo donde comenzó
cómo vino
retorciéndose
apretado entre piedras
levantando agua serpientes minerales
ríos de verde hasta olvidar el nudo del origen
cargándonos la sangre de preguntas
dudas
sollozos germinales contra la oculta ordenación
la ceniza levantando su flor
bestias ancestrales reviviendo sus lunas
negras constelaciones contra un cielo amarillo
encendiendo la noche con sus jades de asombro
poblándonos el pecho de sedientos rugidos
ah qué noche tan noche
qué soledad tan sola
qué silencio preñado de palabras
te abrieron
te rompieron
te escupieron la entraña
devolviste en amor lo que engendró la rabia
vencida triunfadora
dominante esclava
qué sueño despiadado corriéndote la sangre
qué bárbaro prodigio desbordándote
fijándote en el tiempo
volandera raíz
oculta rosa
ah qué mano la tuya amontonando vida
junto al retoño triste
qué fuente de dolor alimentándolo
hasta llegar a lo alto de la nueva palabra
extraña
ajena
de tan lejos venida
pero tú ya sabías
desde siempre sabías que era tuyo el acento
tuya la claridad del barro
tuya la rebelde sumisión de la piedra
tuya toda la música
cómo pudiste
antigua madre
acoger en tu seno
toda la furia acumulada en los canales seminíferos
de un bárbaro extremeño
loco de sol y de destino
a quien generaciones y más generaciones
le corrían a gritos
entre la piel sudada y la armadura
cómo pudiste
contener en tu mínima vasija
toda el agua de tantos manantiales
ser la portadora del verbo
en el que caben todas las acciones
cómo pudiste
diminuto cayuco
pequeño axcali de conacaste
acarrear río abajo a tantos pueblos
cómo pudiste única raíz
sostener tanto árboles
subir
desde tu piel de níspero
a todas las concentraciones
que en tu lejano nombre se suceden
ah portadora de incontables icpalis
incansable tejedora de ayates
moledora de todos los maíces
qué historia de prodigios
creció desde la oculta flor de tus ovarios
hacia las dimensiones del delirio
ríos de semen corrieron a la par de la sangre
ríos de aspero sueño
de preguntas sin voz
desesperados ríos de semillas
anegando los llanos salvajes de la angustia
arroyos con futuro de mar
agua recién nacida llorando sus gotitas
entre helechos oscuros y sagradas serpientes
dime
antigua madre
tu claridad de estatua
para encontrar los túneles secretos
que corren por el lecho profundo de tu cauce
dime tu tumultuosa soledad
el cotidiano duelo de tu entrega
para poder ahora desandar las raíces
navegar por las venas de una edad sin memoria
y otra vez descubrir tu comarca de encendidas pieles
asombrada de pájaros
prometedora de mágicos frutos
bajo el ajeno cielo donde un sol desconocido
traza la geometría de los nuevos designios
pero aún estamos aquí
y otra vez ganaremos la tierra
para los nietos del jaguar
Geoffroy Rivas nació y murió en Santa Ana, en 1908 y 1979 respectivamente. El paisaje de su infancia y sus primeras vivencias, la tristeza del pueblo y el misterio nocturno del cielo, asombrado, el amigo que partió y el primer amor, son los elementos de este poema temprano suyo, perteneciente a su libro Canciones en el viento:
Santa Ana
------Santa Ana:
te agradezco las mañanas
que le diste a mi niñez atónita.
------Te agradezco tu cerro y tu barranca
y tus tardes de octubre
llenas de barrilentes.
------Te agradezco tus parques soñolientos
donde hay pomuncios locos
y almendros de cristal.
------Tus calles empedradas
y tus techos de teja,
tus campanarios tristes
y tus largos crepúsculos.
------Te agradezco la escuelita aquella
donde había una pila con pecesitos rojos
y un amate con pájaros.
------Te agradezco la tristeza que dejaron en mi alma
tus noches cundidas de estrellas y luciérnagas.
------Te agradezco el amigo que se llevó la muerte
y la novia morena
que aún llena mi vida.
------Y hasta mi primer gran dolor
a ti te lo agradezco
mi Santa Ana.
Geoffroy Rivas, quien era parte de una familia de terratenientes salvadoreños, decidió adoptar públicamente la causa comunista. Como era de esperar, su familia lo apartó y las dictaduras militares lo persiguieron. De esta circunstancia nació Cuadernos del Exilio, donde el poeta describe la violencia y el dolor, pasados y presentes, del pueblo salvadoreño. Exiliado escribió:
Para cantar mañana
------No teníamos nada y ahora tenemos mucho.
------Tenemos diez mil muertos.
Tenemos el recuerdo de diez mil hermanos
que ofrendaron sus vidas por enseñarnos a vivir.
Tenemos un dolor mucho más grande
que aquel dolor de antes.
------No teníamos nada y ahora tenemos mucho.
------Tenemos diez mil tumbas que gritan
Veinte mil ojos sin vida que nos ven fijamente.
Tenemos un anhelo sin límites
y una bandera roja en cada rancho.
------
------No teníamos nada y ahora tenemos mucho.
------Hoy tenemos el grito ronco y áspero
y la angustia que late
como otro corazón dentro del pecho.
[…]
También de sus Cuadernos del exilio, este otro poema suyo:
Trenos del exiliado
-----------I
------Patria sin superficie,
hondura sólo,
apretada raíz inacabable.
------Patria sin voz,
mirada únicamente,
eterna claridad,
sonrisa pura.
------Patria sin realidad,
apenas sueño,
dulce visión de vegetal violento.
------Patria sin alegría.
Dolor
y otro dolor
y más dolor
y lágrimas de piedra.
------Patria con esperanza,
firme,
pura,
desolada,
limpia.
------Te me has vuelto volcán dentro del pecho.
En "Esperanzada geografía del dolor", de 1946, Geoffroy Rivas entremezcla el pasado indígena y el presente salvadoreño. El resultado es un inspirador poema sobre la dominación y la injusticia como elementos transculturales que una tierra continúa ofreciendo a un pueblo oprimido, víctima, esclavo, nunca heredero de unos ídolos que, sin embargo, esperan la plenitud de su retorno.
Esperanzada geografía del dolor
--------------[…]
--------------3
-------Bajando las crestas de los Cuchumatanes,
oscuro,
-------interminable,
el río de los indios:
cuatrocientos años de dolor y hambre.
-------En el fondo de la selva petenera,
desde las milenarias piedras ancestrales,
el maya preguntando:
¿Patria?
-------Junto al lago sin sombra,
el quiché doblegado preguntando:
¿Libertad?
-------Al pie de su volcán,
hundida la mirada en la leyenda,
el catchikel en lumbre preguntando:
¿Igualdad?
-------Y chortes, mames, quelenes, tzutuhiles,
en coro preguntando:
¿Democracia?
-------Are u xe oher tzih varal quiché u bi
-------La voz de Gagagüitz dijo al oído del legendario abuelo:
"He ahí vuestras colinas y llanuras.
También vosotros seréis grandes,
con caudal de rodeles."
-------Dicho le fue:
"Allí es donde vosotros levantaréis vuestros rostros.
Estas son las cargas que se os dan.
Vuestras riquezas. Vuestra majestad."
-------Dos millones de esclavos, nietos de Xmucané,
labran la ajena tierra que les fue prometida.
-------Dos millones de esclavos preguntando.
-------Sólo responde el eco innumerable.
Geoffroy Rivas fue para la así llamada Generación Comprometida, al principio, un paradigma. Pero después esos mismos jóvenes lo atacaron, y él, como buen periodista, les contestó. Uno de los poetas salvadoreños de esa generación (políticamente) comprometida fue Roque Dalton. A pesar de las diferencias, es de Geoffroy Rivas de quien toma el título de su novela Probecito poeta que era yo... Pero antes de Roque Dalton, algunos últimos poemas de Geoffroy Rivas que me gustaron especialmente:
Esperanzada geografía del dolor
--------------[…]
--------------3
-------Bajando las crestas de los Cuchumatanes,
oscuro,
-------interminable,
el río de los indios:
cuatrocientos años de dolor y hambre.
-------En el fondo de la selva petenera,
desde las milenarias piedras ancestrales,
el maya preguntando:
¿Patria?
-------Junto al lago sin sombra,
el quiché doblegado preguntando:
¿Libertad?
-------Al pie de su volcán,
hundida la mirada en la leyenda,
el catchikel en lumbre preguntando:
¿Igualdad?
-------Y chortes, mames, quelenes, tzutuhiles,
en coro preguntando:
¿Democracia?
-------Are u xe oher tzih varal quiché u bi
-------La voz de Gagagüitz dijo al oído del legendario abuelo:
"He ahí vuestras colinas y llanuras.
También vosotros seréis grandes,
con caudal de rodeles."
-------Dicho le fue:
"Allí es donde vosotros levantaréis vuestros rostros.
Estas son las cargas que se os dan.
Vuestras riquezas. Vuestra majestad."
-------Dos millones de esclavos, nietos de Xmucané,
labran la ajena tierra que les fue prometida.
-------Dos millones de esclavos preguntando.
-------Sólo responde el eco innumerable.
Geoffroy Rivas fue para la así llamada Generación Comprometida, al principio, un paradigma. Pero después esos mismos jóvenes lo atacaron, y él, como buen periodista, les contestó. Uno de los poetas salvadoreños de esa generación (políticamente) comprometida fue Roque Dalton. A pesar de las diferencias, es de Geoffroy Rivas de quien toma el título de su novela Probecito poeta que era yo... Pero antes de Roque Dalton, algunos últimos poemas de Geoffroy Rivas que me gustaron especialmente:
Tren (de Confesiones al viento)
------Ebrio de lejanía
el tren iba bordando monogramas
sobre la seda negra de la noche.
------Sonámbulo,
enamorado de todas las distancias,
desgarraba silencios
y enhebraba ciudades soñolientas.
------Se me rompió el collar de los recuerdos.
------(Oh, aquella pasajera
que se quedó en una estación sin nombre).
------Habría grandes árboles
corriendo en las praderas
y a lo lejos el mar era un cuchillo.
------(Ah, sus senos ansiosos
en la fugacidad de aquel minuto).
------Y luego,
el río que me decía adiós
agitando sus pañuelos de espuma.
------(Ah, sus rodillas trémulas
que elevaron colinas de deseo
en la llanura del insomnio).
------Pueblos desconocidos
nos asaltan en la madrugada.
------La noche
se quedó en las pupilas de aquella pasajera.
------[…]
Este dolor inmenso (de Solo amor, 1963)
------Este dolor inmenso que te has vuelto,
esta piedra en el pecho establecida,
esta espina sangrándome la vida,
este amargo sabor a mar revuelto,
------esta brasa en las venas encendida,
que me galopa como potro suelto,
esta avispa de aguijón resuelto,
esta uña escarbándome la herida,
------se apoderan de mí de tal manera
que ya no sé decir si soy yo mismo
o soy solo este amor en que me empeño,
------que ya no acierto a discernir siquiera
si mi sueño se llena de tu abismo
o si lleno tu abismo con mi sueño.
Segundo Coloquio (de Obra Póstuma)
Digamos claramente
que no existe la muerte junto al canto,
que es únicamente otro modo de ser,
un simple puente tendido entre dos vidas,
un lazo de silencio anudando dos gritos.
Digamos que es mentira que te estás muriendo
para irte a descansar eternamente,
que no hay reposo alguno
para el arduo batallar que heredamos,
que no tiene regreso
el grito que venimos prolongando.
Cuando a la tierra vuelvan tus oscuros metales
y tus aguas amargas regresen a la fuente,
tendrás sencillamente otra estructura,
serás fósforo,
hierro,
nutritivo nitrógeno
y a través de las pardas raíces que te cerquen
subirás al maíz,
a la gladiola,
serás blanco algodón,
cafeto oscuro,
hoja de hierba o corazón de cedro.
Y seguirá tu grito por el mundo
como tambor sonando,
y otras duras gargantes vendrán a recogerlo
y a decir tu verdad de ácida fruta
y a sostener la piedra de tu canto.
Mientras tanto,
mientras tanto, hijo,
mientras vuelvo a encontrarte en el orígen,
prolongaré tu grito con mi grito,
sustentaré tu llama con mi llama
y llevaré tu cruz junto a la mía.
Respondo (de Obra Póstuma)
-------Que no se culpe a nadie de mi vida
-------Amanecí.
Vine pisando círculos a desandar relojes.
-------Subí;
Poblé la soledad.
Me coroné de agravios.
-------Soy el gran responsable.
El único de quien puede sospecharse.
-------Confieso.
He bebido gota a gota el silencio
hasta dejar vacías todas las etiquetas.
-------Que nadie se atreva entonces a levantar el índice.
Que no digan que vieron una sombra.
Que pudo haber mano criminal.
Que oyeron unos pasos.
-------Yo soy el que muere pisoteando retoños.
El que rompió el milagro.
El intruso de todas las palabras.
Soy el violador de la rosa.
El que reparte sueños en la esquina del miedo.
El que siembra pasión en los crepúsculos.
El que pregunta al diablo por el otro cielo.
-------Que no interroguen pues a los vecinos.
A la puta de enfrente.
Al pariguano que me ha oído discutir con los ángeles.
Al ciego que abre la puerta a las estrellas.
Al niño que recorre la comarca del hambre.
-------Vengo con mi sentencia a cuestas
y me paro frente a los dueños del mundo
para aceptar mi culpa.
Mi grandísima culpa.
-------Pero no me arrepiento.
No hay contrición de señores.
Me atengo a las más graves consecuencias
y proclamo a gritos este monstruoso crimen:
vivo.
-------Que no se culpe a nadie de mi vida.
Breve lamento (de Yulcuicat, 1961)
------¿He de marcharme entonces?
¿Sólo un instante viviré sobre el mundo?
¡Como la flor del tiempo,
iré perdiendo pétalo tras pétalo!
¿Nada quedará entre vosotros?
------Hasta las piedras finas se rompen.
El oro se destruye.
Se rasgan las plumas preciosas.
------¡Qué ha de hacer mi corazón entonces?
¿Nada será mi nombre alguna vez?
¿En vano he venido a la tierra?
------¡Oh, amigos!
------No dejéis que prezca del todo.
------¡Conservad este canto!
E------
Roque Dalton
Oriundo de San Salvador, Roque Dalton García nació el 14 de mayo de 1935. Fue escritor de poesía, ensayo, novela y notas periodísticas. Como militante revolucionario fue encarcelado y también conoció el exilio, que soportó en México, Guatemala, Praga y La Habana. Viajó a Moscú, Vietnam y Corea, y regresó a El Salvador con un pseudónimo, Julio Delfos Marín. Ingresa entonces al Ejército Revolucionario del Pueblo, (ERP), donde es asesinado el 10 de mayo de 1975 por sus propios compañeros.
------Ebrio de lejanía
el tren iba bordando monogramas
sobre la seda negra de la noche.
------Sonámbulo,
enamorado de todas las distancias,
desgarraba silencios
y enhebraba ciudades soñolientas.
------Se me rompió el collar de los recuerdos.
------(Oh, aquella pasajera
que se quedó en una estación sin nombre).
------Habría grandes árboles
corriendo en las praderas
y a lo lejos el mar era un cuchillo.
------(Ah, sus senos ansiosos
en la fugacidad de aquel minuto).
------Y luego,
el río que me decía adiós
agitando sus pañuelos de espuma.
------(Ah, sus rodillas trémulas
que elevaron colinas de deseo
en la llanura del insomnio).
------Pueblos desconocidos
nos asaltan en la madrugada.
------La noche
se quedó en las pupilas de aquella pasajera.
------[…]
Este dolor inmenso (de Solo amor, 1963)
------Este dolor inmenso que te has vuelto,
esta piedra en el pecho establecida,
esta espina sangrándome la vida,
este amargo sabor a mar revuelto,
------esta brasa en las venas encendida,
que me galopa como potro suelto,
esta avispa de aguijón resuelto,
esta uña escarbándome la herida,
------se apoderan de mí de tal manera
que ya no sé decir si soy yo mismo
o soy solo este amor en que me empeño,
------que ya no acierto a discernir siquiera
si mi sueño se llena de tu abismo
o si lleno tu abismo con mi sueño.
Segundo Coloquio (de Obra Póstuma)
Digamos claramente
que no existe la muerte junto al canto,
que es únicamente otro modo de ser,
un simple puente tendido entre dos vidas,
un lazo de silencio anudando dos gritos.
Digamos que es mentira que te estás muriendo
para irte a descansar eternamente,
que no hay reposo alguno
para el arduo batallar que heredamos,
que no tiene regreso
el grito que venimos prolongando.
Cuando a la tierra vuelvan tus oscuros metales
y tus aguas amargas regresen a la fuente,
tendrás sencillamente otra estructura,
serás fósforo,
hierro,
nutritivo nitrógeno
y a través de las pardas raíces que te cerquen
subirás al maíz,
a la gladiola,
serás blanco algodón,
cafeto oscuro,
hoja de hierba o corazón de cedro.
Y seguirá tu grito por el mundo
como tambor sonando,
y otras duras gargantes vendrán a recogerlo
y a decir tu verdad de ácida fruta
y a sostener la piedra de tu canto.
Mientras tanto,
mientras tanto, hijo,
mientras vuelvo a encontrarte en el orígen,
prolongaré tu grito con mi grito,
sustentaré tu llama con mi llama
y llevaré tu cruz junto a la mía.
Respondo (de Obra Póstuma)
-------Que no se culpe a nadie de mi vida
-------Amanecí.
Vine pisando círculos a desandar relojes.
-------Subí;
Poblé la soledad.
Me coroné de agravios.
-------Soy el gran responsable.
El único de quien puede sospecharse.
-------Confieso.
He bebido gota a gota el silencio
hasta dejar vacías todas las etiquetas.
-------Que nadie se atreva entonces a levantar el índice.
Que no digan que vieron una sombra.
Que pudo haber mano criminal.
Que oyeron unos pasos.
-------Yo soy el que muere pisoteando retoños.
El que rompió el milagro.
El intruso de todas las palabras.
Soy el violador de la rosa.
El que reparte sueños en la esquina del miedo.
El que siembra pasión en los crepúsculos.
El que pregunta al diablo por el otro cielo.
-------Que no interroguen pues a los vecinos.
A la puta de enfrente.
Al pariguano que me ha oído discutir con los ángeles.
Al ciego que abre la puerta a las estrellas.
Al niño que recorre la comarca del hambre.
-------Vengo con mi sentencia a cuestas
y me paro frente a los dueños del mundo
para aceptar mi culpa.
Mi grandísima culpa.
-------Pero no me arrepiento.
No hay contrición de señores.
Me atengo a las más graves consecuencias
y proclamo a gritos este monstruoso crimen:
vivo.
-------Que no se culpe a nadie de mi vida.
Breve lamento (de Yulcuicat, 1961)
------¿He de marcharme entonces?
¿Sólo un instante viviré sobre el mundo?
¡Como la flor del tiempo,
iré perdiendo pétalo tras pétalo!
¿Nada quedará entre vosotros?
------Hasta las piedras finas se rompen.
El oro se destruye.
Se rasgan las plumas preciosas.
------¡Qué ha de hacer mi corazón entonces?
¿Nada será mi nombre alguna vez?
¿En vano he venido a la tierra?
------¡Oh, amigos!
------No dejéis que prezca del todo.
------¡Conservad este canto!
E------
Roque Dalton
Oriundo de San Salvador, Roque Dalton García nació el 14 de mayo de 1935. Fue escritor de poesía, ensayo, novela y notas periodísticas. Como militante revolucionario fue encarcelado y también conoció el exilio, que soportó en México, Guatemala, Praga y La Habana. Viajó a Moscú, Vietnam y Corea, y regresó a El Salvador con un pseudónimo, Julio Delfos Marín. Ingresa entonces al Ejército Revolucionario del Pueblo, (ERP), donde es asesinado el 10 de mayo de 1975 por sus propios compañeros.
En diversos sitios encuentro esta semblanza de Roque Dalton por Eduardo Galeano, supuestamente de sus Efemérides de Marzo. Aunque no pude chequear la fuente, me resulta bien ilustrativa:
"Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la resurrección, se salvó dos veces de morir fusilado. Una vez se salvó porque cayó el gobierno y otra vez se salvó porque cayó la pared, gracias a un oportuno terremoto. También se salvó de los torturadores, que lo dejaron maltrecho pero vivo, y de los policías que lo corrieron a balazos. Y se salvó de los hinchas de fútbol que lo corrieron a pedradas, y se salvó de las furias de una chancha recién parida y de numerosos maridos sedientos de venganza. Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse el pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia y de la solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía política latinoamericana. No se salva de sus compañeros. Son sus propios compañeros quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De al lado tenía que venir esta bala, la única capaz de encontrarlo."
En el museo ya es la mitad de la mañana. El recorrido nos ha llevado a una época más reciente en El Salvador. Al ver unas fotos en una vitrina, G. reconoce al General Martínez, y recita este corto y contundente poema de Roque Dalton:
El General Martínez
Dicen que fue un buen Presidente
porque repartió casas baratas
a los salvadoreños que quedaron...
La historia de El Salvador abunda en tristes guerras. Desatadas contra países hermanos o bien entre civiles, las contiendas se suceden y cada una dura años o se lleva muchos. La última guerra civil se cobró cien mil salvadoreños. Mucha gente para un país tan pequeño.
Pobre verdugo
Guarda el puñal. No, no lo tires.
Consérvalo que hay otros que no charlan
como yo.
Yo soy -hay que decirlo así-, soy lo de menos.
El que con lo sobrante se verá satisfecho.
¿No ves desde abajo tus párpados duramente apretados
mis dos ojos abiertos?
Entonces, en lo dicho. Yo no importo. Yo veo.
El problema eres tú.
Con tu tiniebla,
con tu odio gordo por la luz,
con los ojos guardados entre sus propias fauces.
¿Qué hemos de hacer contigo,
que un día fuiste -ya lo sé- hasta niño?
Por esos días de abril, la cuestión en San Salvador era, más bien, la inseguridad ciudadana. Se hablaba mucho de Las Maras, tribus urbanas que son para algunos medios de comunicación la encarnación de la violencia, y para otros simples jóvenes que carecen de contención familiar y social, y que en vez de revolucionar, resisten. Como respuesta, en las calles de San Salvador hay unos veinte mil policías que son tan sólo un tercio de la cantidad de hombres que diariamente andan armados hasta los dientes soñando que son sargentos, cuidadores privados que llevan inmensos rifles con numerosos cartuchos colocados en bandoleras o cinturones, de a dos en cada esquina, y allí están, charlando apoyados contra la pared o de pie, haciendo ostentación de su poder, de su enorme falo metálico... Y las casas, hay que ver lo que por fuera se ve de las casas, ese modo de vivir en pequeñas fortalezas amuralladas, ese miedo con rulos de alambre de púa electrificados sobre las altas paredes.
El arte de morir
Tómese una ametralladora de cualquier tipo
luego de ocho o más años de creer en la justicia
Mátese durante las ceremonias conmemorativas
del primer grito
a los catorce jugadores borrachos que sin saber las reglas
han hecho del país un despreciable tablero de ajedrez
mátese al Embajador Americano
dejándole a posteriori un jazmín en uno de los agujeros de la frente
hiérase primero en las piernas al señor arzobispo
y hágasele blasfemar antes de rematarlo
dispérsense los poros de la piel de doce coroneles barrigudos
grítese un viva el pueblo límpido cuando los guardias tomen puntería
recuérdese los ojos de los niños
el nombre de la única que existe
respírese hondamente y sobre todo procúrese
que no se caiga el arma de las manos
cuando se venga el suelo velozmente hacia el rostro
En El Salvador, como en tantos otros países, el crimen organizado penetró las estructuras de poder, mostrando una vez más la fragilidad de los aparatos estatales. Pero no es sólo la ausencia de valores, también la desidia corrompe la política. Esto mismo creía Roque Dalton:
Los burócratas
Los burócratas nadan en un mar de aburrimiento tempestuoso.
Desde el horror de sus bostezos son los primeros asesinos de la
--------[ternura
terminan por enfermarse del hígado y mueren aferrados a los
--------[teléfonos
con los ojos amarillos fijos en el reloj.
Los burócratas tienen linda letra y se compran corbatas
sufren síncopes al comprobar que sus hijas se masturban
deben al sastre acaparan los bares
leen el Reader Digest y los poemas de amor de Neruda
asisten a la ópera italiana que persignan
firman los pliegos nítidos del anticomunismo
los hunde el adulterio se suicidan sin arrogancia
tienen fe en el deporte se avergüenzan
se avergüenzan a mares
de que su padre sea un carpintero.
Según un experto en derechos humanos que hablaba en las jornadas a las que asistí, las cárceles estatales han comenzado a ser factores de inseguridad hacia afuera. Siguiendo un patrón común a todo gobierno autoritario, la política criminal salvadoreña sólo ha buscado acrecentar la población carcelaria, la capacidad hotelera del encierro embrutecedor, sin atacar las causas profundas: la mezquindad, los prejuicios, la marginalidad y la inequidad de una sociedad quebrada.
El vecino
Tiene una esposa, más bien,
fea.
Tiene dos hijos que sacaron sus ojos
y que por estos días persiguen a los gatos en el barrio.
Trabaja, lee mucho, canta por las mañanas;
pregunta por la salud de las señoras;
es amigo del pan, del panadero;
suele beber
cerveza al mediodía;
conoce bien el fútbol, ama el mar,
desearía tener un automóvil,
asiste a los conciertos, tiene un perro pequeño,
ha vivido en París, escribió un libro -creo yo
que eran versos-,
se siente satisfecho al ver los pájaros,
paga sus cuentas al final del mes,
ayudó a reparar el campanario...
Ahora está en la cárcel prisionero:
también es comunista, como dicen...
La gente aconseja no caminar por la calle. Van en carro de su casa a la escuela o al trabajo, y todo lo demás sucede en grandes centros comerciales. Es una ciudad en la que estar sin auto, según el rostro de los que sí tienen auto cuando lo afirman, es sufrir la condena de tener que viajar en transporte público, en cubículos hacinados, inhumanos y hediondos al manejo de conductores criminales.
"Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la resurrección, se salvó dos veces de morir fusilado. Una vez se salvó porque cayó el gobierno y otra vez se salvó porque cayó la pared, gracias a un oportuno terremoto. También se salvó de los torturadores, que lo dejaron maltrecho pero vivo, y de los policías que lo corrieron a balazos. Y se salvó de los hinchas de fútbol que lo corrieron a pedradas, y se salvó de las furias de una chancha recién parida y de numerosos maridos sedientos de venganza. Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse el pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia y de la solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía política latinoamericana. No se salva de sus compañeros. Son sus propios compañeros quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De al lado tenía que venir esta bala, la única capaz de encontrarlo."
En el museo ya es la mitad de la mañana. El recorrido nos ha llevado a una época más reciente en El Salvador. Al ver unas fotos en una vitrina, G. reconoce al General Martínez, y recita este corto y contundente poema de Roque Dalton:
El General Martínez
Dicen que fue un buen Presidente
porque repartió casas baratas
a los salvadoreños que quedaron...
La historia de El Salvador abunda en tristes guerras. Desatadas contra países hermanos o bien entre civiles, las contiendas se suceden y cada una dura años o se lleva muchos. La última guerra civil se cobró cien mil salvadoreños. Mucha gente para un país tan pequeño.
Pobre verdugo
Guarda el puñal. No, no lo tires.
Consérvalo que hay otros que no charlan
como yo.
Yo soy -hay que decirlo así-, soy lo de menos.
El que con lo sobrante se verá satisfecho.
¿No ves desde abajo tus párpados duramente apretados
mis dos ojos abiertos?
Entonces, en lo dicho. Yo no importo. Yo veo.
El problema eres tú.
Con tu tiniebla,
con tu odio gordo por la luz,
con los ojos guardados entre sus propias fauces.
¿Qué hemos de hacer contigo,
que un día fuiste -ya lo sé- hasta niño?
Por esos días de abril, la cuestión en San Salvador era, más bien, la inseguridad ciudadana. Se hablaba mucho de Las Maras, tribus urbanas que son para algunos medios de comunicación la encarnación de la violencia, y para otros simples jóvenes que carecen de contención familiar y social, y que en vez de revolucionar, resisten. Como respuesta, en las calles de San Salvador hay unos veinte mil policías que son tan sólo un tercio de la cantidad de hombres que diariamente andan armados hasta los dientes soñando que son sargentos, cuidadores privados que llevan inmensos rifles con numerosos cartuchos colocados en bandoleras o cinturones, de a dos en cada esquina, y allí están, charlando apoyados contra la pared o de pie, haciendo ostentación de su poder, de su enorme falo metálico... Y las casas, hay que ver lo que por fuera se ve de las casas, ese modo de vivir en pequeñas fortalezas amuralladas, ese miedo con rulos de alambre de púa electrificados sobre las altas paredes.
El arte de morir
Tómese una ametralladora de cualquier tipo
luego de ocho o más años de creer en la justicia
Mátese durante las ceremonias conmemorativas
del primer grito
a los catorce jugadores borrachos que sin saber las reglas
han hecho del país un despreciable tablero de ajedrez
mátese al Embajador Americano
dejándole a posteriori un jazmín en uno de los agujeros de la frente
hiérase primero en las piernas al señor arzobispo
y hágasele blasfemar antes de rematarlo
dispérsense los poros de la piel de doce coroneles barrigudos
grítese un viva el pueblo límpido cuando los guardias tomen puntería
recuérdese los ojos de los niños
el nombre de la única que existe
respírese hondamente y sobre todo procúrese
que no se caiga el arma de las manos
cuando se venga el suelo velozmente hacia el rostro
En El Salvador, como en tantos otros países, el crimen organizado penetró las estructuras de poder, mostrando una vez más la fragilidad de los aparatos estatales. Pero no es sólo la ausencia de valores, también la desidia corrompe la política. Esto mismo creía Roque Dalton:
Los burócratas
Los burócratas nadan en un mar de aburrimiento tempestuoso.
Desde el horror de sus bostezos son los primeros asesinos de la
--------[ternura
terminan por enfermarse del hígado y mueren aferrados a los
--------[teléfonos
con los ojos amarillos fijos en el reloj.
Los burócratas tienen linda letra y se compran corbatas
sufren síncopes al comprobar que sus hijas se masturban
deben al sastre acaparan los bares
leen el Reader Digest y los poemas de amor de Neruda
asisten a la ópera italiana que persignan
firman los pliegos nítidos del anticomunismo
los hunde el adulterio se suicidan sin arrogancia
tienen fe en el deporte se avergüenzan
se avergüenzan a mares
de que su padre sea un carpintero.
Según un experto en derechos humanos que hablaba en las jornadas a las que asistí, las cárceles estatales han comenzado a ser factores de inseguridad hacia afuera. Siguiendo un patrón común a todo gobierno autoritario, la política criminal salvadoreña sólo ha buscado acrecentar la población carcelaria, la capacidad hotelera del encierro embrutecedor, sin atacar las causas profundas: la mezquindad, los prejuicios, la marginalidad y la inequidad de una sociedad quebrada.
El vecino
Tiene una esposa, más bien,
fea.
Tiene dos hijos que sacaron sus ojos
y que por estos días persiguen a los gatos en el barrio.
Trabaja, lee mucho, canta por las mañanas;
pregunta por la salud de las señoras;
es amigo del pan, del panadero;
suele beber
cerveza al mediodía;
conoce bien el fútbol, ama el mar,
desearía tener un automóvil,
asiste a los conciertos, tiene un perro pequeño,
ha vivido en París, escribió un libro -creo yo
que eran versos-,
se siente satisfecho al ver los pájaros,
paga sus cuentas al final del mes,
ayudó a reparar el campanario...
Ahora está en la cárcel prisionero:
también es comunista, como dicen...
La gente aconseja no caminar por la calle. Van en carro de su casa a la escuela o al trabajo, y todo lo demás sucede en grandes centros comerciales. Es una ciudad en la que estar sin auto, según el rostro de los que sí tienen auto cuando lo afirman, es sufrir la condena de tener que viajar en transporte público, en cubículos hacinados, inhumanos y hediondos al manejo de conductores criminales.
Para secar tus lágrimas
Como el duro asesino vuelve al lugar del crimen
para percatarse del último panorama de su muerto.
Como la primavera vuelve desde las fauces del invierno
con la vida en las manos de una flor inconclusa.
Como el perro del ciego vuelve después del golpe
con los huesos abiertos a la luz del mendrugo.
Como la noche vuelve con sus negruras nuevas
dejando al día roto con sus lanzas de hielo.
Como el peor hijo pródigo vuelve desde las calles
a la tranquila mesa y a los viejos aromas.
Herido con la herida más amplia y navegable.
Sediendo con la sed más hija de la arena.
Así vuelvo a tí.
Hay al menos dos coincidencias entre Roque Dalton y Vicente Huidobro, de quien ya hablamos en las entradas anteriores de este blog. En primer término, ambos llamaron a un hijo suyo Vladimir, en honor a Lenin. En segundo lugar, ambos tienen un poema que se titula "Arte poética" en el cual describen la labor del poeta.
Arte poética
La angustia existe.
El hombre usa sus antiguos desastres como un espejo.
Una hora apenas después del crepúsculo
ese hombre recoge los hirientes residuos de su día
acongojadamente los pone cerca del corazón
y se hunde con un sudor de tísico aún no resignado
en sus profundas habitaciones solitarias.
Ahí tal hombre fuma gravemente
inventaría las desastrosas telarañas del techo
abomina de la frescura de la flor
se exilia de su misma piel asfixiante
mira sus torvos pies
cree que la cama es un sepulcro diario
no tiene un cobre en el bolsillo
tiene hambre
solloza.
Pero los hombres los demás hombres
abren su pecho alegremente al sol
o a los asesinatos callejeros
elevan el rostro del pan desde los hornos
como una generosa bandera contra el hambre
se ríen hasta que duele el aire con los niños
llenan de pasos mínimos el vientre de las bienaventuradas
parten las piedras como frutas obstinadas en su solemnidad
cantan desnudos en el cordial vaso del agua
bromean con el mar lo toman jovialmente de los cuernos
construyen en los páramos melodiosos hogares de la luz
se embriagan como Dios anchamente
establecen sus puños contra la desesperanza
sus fuegos vengadores contra el crimen
su amor de interminables raíces
contra la atroz guadaña del odio.
La angustia existe sí.
Como la desesperanza
el crimen
o el odio.
¿Para quién deberá ser la voz del poeta?
Alfredo Espino
Alfredo Espino nació en Ahuachapán el 8 de enero de 1900, y murió en San Salvador un 24 de mayo a los 28 años. Vivió en su pueblo natal , en Santa Ana, y finalmente en San Salvador, donde se recibió de abogado. Su obra poética son 96 poemas reunidos tras su fallecimiento bajo el título "Jícaras Tristes". A pesar de la brevedad de su obra, su figura goza de renombre en El Salvador, donde se lo considera un representante de la "sensibilidad nacional", tal vez porque su poemario es material obligatorio en las escuelas primarias y secundarias salvadoreñas. Esta oficialización de los poemas de Espino tal vez sea la consecuencia de que en 1936, al publicarse sus trabajos, el libro alcanzó popularidad entre diversas capas de la sociedad salvadoreña.
De esta fama alcanzada por su obra dice Italo López Vallecillos, el autor del prólogo de la edición que compré en la librería de aquel centro comercial de San Salvador, que en Alfredo Espino "hemos aprendido a leer la mayoría de salvadoreños, desde 1936 a esta fecha. Los poemas han sido popularizados al grado de que, en ocasiones diversas, como muestra de poesía salvadoreña, se recitan los versos quizá de menor valía de Alfredo Espino."
Sin dudas influenciado por Rubén Darío, Espino sigue una estética modernista en sus madrigales, sonetos, romances y canciones. En todos ellos, su terruño es el común denominador. Las rimas de sus versos, mayormente octosílabos o endecasílabos, son algo forzadas, y abundan las descripciones del paisaje rural, de la cultura agraria y pueblerina de El Salvador. Según López Vallecillos, los elementos rurales son la excusa para dar con un canto a la belleza, a una "poetización de la realidad", en la que el poeta comparte el deleite de sus ojos con el lector.
Aires poblanos
Yo no sé qué gracias sugestionadoras
tienen estos pueblos de casitas blancas,
llenos de arboleadas, llenos de barrancas
y muchachas frescas y madrugadoras...
Quietos pueblecitos, donde la campana
de la vieja iglesia canta de alegría
cuando tras las cumbres de la serranía,
llena de rubores ríe la mañana...
Yo no sé qué gracias llenas de candores
tienen estos pueblos plácidos y quietos
donde las abuelas duermen a sus nietos
dentro las hamacas de los corredores...
Dulces pueblecitos donde las cigarras
cantan en los claros días abrileños,
mientras a la lumbre de amorosos leños,
ritman sus tonadas trémulas guitarras.
Plácidos rincones donde la existencia
corre mansamente, como un agua pura;
donde hasta los vientos, plenos de frescura,
llevan en sus alas notas de inocencia...
Yo no sé qué encantos sugestionadores
tienen estos pueblos, blandos como un nido
donde el dulce olvido,donde el dulce olvido,
pone un manto rosa sobre los dolores.
Un rancho y un lucero
Un día -¡primero Dios!-
has de quererme un poquito.
Yo levantaré un ranchito
en que vivamos los dos.
¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...
Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.
Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...
Con sólo eso, vída mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...
Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "te quierol"
y huele a sendas en flor...
La identificación con el pueblo se observa también en el lenguaje. En al menos tres poemas ("Vientos de octubre", "La mataron un día" y "Camino de la quebrada") Espino escribe como habla la gente. Elijo de los tres un fragmento del más sensual de sus poemas:
Camino de la quebrada
"Qu'ialumbre en el camino algún lucero
pues agora vendrá de la quebrada
mi negra, tan fresquita y perjumada,
asina como el aire mañanero."
Clama una voz, en medio del sendero;
abajo, entre el rumor de la cañada,
gime el agua, y su queja desmayada
se pierde en el silencio montañero...
[...]
Paseando por San Salvador en camioneta, al andar junto a una zona vallada, G.A.R. me dice que en ese predio cercado, años atrás, había un palmar, y que allí vivían miles de pericos. Me cuenta que durante su infancia, después de la siesta, se oía pasar su "nube" verde y tumultuosa. Detrás del muro extenso que transcurre a un costado ahora hay casas, un barrio cerrado mejor dicho, y las tardes salvadoreñas ya no tienen pericos que pasen volando.
Los pericos pasan
La tarde despierta de su sueño, cuando
la alígera nube despunta cantando...
Una nube de alas... una alegre nube
que baja, que sube...
Son ellos. Se alejan entre llano y cielo.
Son las esmeraldas de un collar en vuelo...
Bulliciosamente
trazan una verde curva en el ambiente.
¿Van a los palmares de ondeante abanico?
Ellos van a donde les apunta el pico...
Se alejan, se alejan... pero van tan juntos,
que más bien parecen renglones de puntos...
Y en un llano caen, así como cuando...
como cuando un árbol se está deshojando.
En "Alma de Barrrio", la sexta y última parte del libro, la obra de Espino se adentra en el arrabal, en la pobreza y la tristeza del pobre, y en el ir y venir de los seres marginales de los barrios, los que trafican, se prostituyen, o simplemente sufren como el poeta sufría.
Suburbio
Risas, cánticos, voces, confundidos en una
sola nota imprecisa, vuelan del arrabal,
en la calle hay tristezas. En los charcos hay luna.
Un jardín es el cielo, con lirios de cristal...
Suburbios de las pobres mesnadas sin fortuna.
Mujeres de alma virgen y de carne sensual.
¡Tristeza de la vida que a mi penar se aduna!
¡Pobres rosas morenas de los fangos del mal!
Traficantes de vicios. Mercaderes de amor.
Nadie sabe la angustia del callado dolor.
Para los pobres vidas toda piedad se cierra...
Tristes desheredadas de pensativa frente:
nada os guarda la vida... Son vuestros solamente
los lechos de hospitales y el frío de la tierra...
¿Cuál era el dolor que a Espino hermanaba con los traficantes de vicios y las mercaderes del amor? Aparentemente, esto nunca lo sabremos a ciencia cierta, la negativa de sus familiares a casarse con las jóvenes que el siempre joven Alfredo elegía le trajo la pena que hizo del poeta un habitué de bares y prostíbulos de la capital salvadoreña. En una crisis alcohólica, Espino habría puesto fin a su vida, en el cuarto de su casa familiar. A pesar de ser católico, por el final que puso a su vida, no hubo para él servicio religioso.
Por la paz y la felicidad de Alfredo Espino, donde se encuentre:
Nam Mioho Renge Kyo
Nam Mioho Renge Kyo
Nam Mioho Renge Kyo...
De esta fama alcanzada por su obra dice Italo López Vallecillos, el autor del prólogo de la edición que compré en la librería de aquel centro comercial de San Salvador, que en Alfredo Espino "hemos aprendido a leer la mayoría de salvadoreños, desde 1936 a esta fecha. Los poemas han sido popularizados al grado de que, en ocasiones diversas, como muestra de poesía salvadoreña, se recitan los versos quizá de menor valía de Alfredo Espino."
Sin dudas influenciado por Rubén Darío, Espino sigue una estética modernista en sus madrigales, sonetos, romances y canciones. En todos ellos, su terruño es el común denominador. Las rimas de sus versos, mayormente octosílabos o endecasílabos, son algo forzadas, y abundan las descripciones del paisaje rural, de la cultura agraria y pueblerina de El Salvador. Según López Vallecillos, los elementos rurales son la excusa para dar con un canto a la belleza, a una "poetización de la realidad", en la que el poeta comparte el deleite de sus ojos con el lector.
Aires poblanos
Yo no sé qué gracias sugestionadoras
tienen estos pueblos de casitas blancas,
llenos de arboleadas, llenos de barrancas
y muchachas frescas y madrugadoras...
Quietos pueblecitos, donde la campana
de la vieja iglesia canta de alegría
cuando tras las cumbres de la serranía,
llena de rubores ríe la mañana...
Yo no sé qué gracias llenas de candores
tienen estos pueblos plácidos y quietos
donde las abuelas duermen a sus nietos
dentro las hamacas de los corredores...
Dulces pueblecitos donde las cigarras
cantan en los claros días abrileños,
mientras a la lumbre de amorosos leños,
ritman sus tonadas trémulas guitarras.
Plácidos rincones donde la existencia
corre mansamente, como un agua pura;
donde hasta los vientos, plenos de frescura,
llevan en sus alas notas de inocencia...
Yo no sé qué encantos sugestionadores
tienen estos pueblos, blandos como un nido
donde el dulce olvido,donde el dulce olvido,
pone un manto rosa sobre los dolores.
Pero más allá de la "poetización de la realidad" de la que habla López Vallecinos, no hay un Espino el engaño de esconder por ello la miseria de los ranchos. Así, por ejemplo, en "Un rancho y un lucero", un poema de amor y pobreza en clave romántica, en cuyo principio se observa la religiosidad del poeta:
Un rancho y un lucero
Un día -¡primero Dios!-
has de quererme un poquito.
Yo levantaré un ranchito
en que vivamos los dos.
¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...
Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.
Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...
Con sólo eso, vída mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...
Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "te quierol"
y huele a sendas en flor...
La identificación con el pueblo se observa también en el lenguaje. En al menos tres poemas ("Vientos de octubre", "La mataron un día" y "Camino de la quebrada") Espino escribe como habla la gente. Elijo de los tres un fragmento del más sensual de sus poemas:
Camino de la quebrada
"Qu'ialumbre en el camino algún lucero
pues agora vendrá de la quebrada
mi negra, tan fresquita y perjumada,
asina como el aire mañanero."
Clama una voz, en medio del sendero;
abajo, entre el rumor de la cañada,
gime el agua, y su queja desmayada
se pierde en el silencio montañero...
[...]
Paseando por San Salvador en camioneta, al andar junto a una zona vallada, G.A.R. me dice que en ese predio cercado, años atrás, había un palmar, y que allí vivían miles de pericos. Me cuenta que durante su infancia, después de la siesta, se oía pasar su "nube" verde y tumultuosa. Detrás del muro extenso que transcurre a un costado ahora hay casas, un barrio cerrado mejor dicho, y las tardes salvadoreñas ya no tienen pericos que pasen volando.
Los pericos pasan
La tarde despierta de su sueño, cuando
la alígera nube despunta cantando...
Una nube de alas... una alegre nube
que baja, que sube...
Son ellos. Se alejan entre llano y cielo.
Son las esmeraldas de un collar en vuelo...
Bulliciosamente
trazan una verde curva en el ambiente.
¿Van a los palmares de ondeante abanico?
Ellos van a donde les apunta el pico...
Se alejan, se alejan... pero van tan juntos,
que más bien parecen renglones de puntos...
Y en un llano caen, así como cuando...
como cuando un árbol se está deshojando.
En "Alma de Barrrio", la sexta y última parte del libro, la obra de Espino se adentra en el arrabal, en la pobreza y la tristeza del pobre, y en el ir y venir de los seres marginales de los barrios, los que trafican, se prostituyen, o simplemente sufren como el poeta sufría.
Suburbio
Risas, cánticos, voces, confundidos en una
sola nota imprecisa, vuelan del arrabal,
en la calle hay tristezas. En los charcos hay luna.
Un jardín es el cielo, con lirios de cristal...
Suburbios de las pobres mesnadas sin fortuna.
Mujeres de alma virgen y de carne sensual.
¡Tristeza de la vida que a mi penar se aduna!
¡Pobres rosas morenas de los fangos del mal!
Traficantes de vicios. Mercaderes de amor.
Nadie sabe la angustia del callado dolor.
Para los pobres vidas toda piedad se cierra...
Tristes desheredadas de pensativa frente:
nada os guarda la vida... Son vuestros solamente
los lechos de hospitales y el frío de la tierra...
¿Cuál era el dolor que a Espino hermanaba con los traficantes de vicios y las mercaderes del amor? Aparentemente, esto nunca lo sabremos a ciencia cierta, la negativa de sus familiares a casarse con las jóvenes que el siempre joven Alfredo elegía le trajo la pena que hizo del poeta un habitué de bares y prostíbulos de la capital salvadoreña. En una crisis alcohólica, Espino habría puesto fin a su vida, en el cuarto de su casa familiar. A pesar de ser católico, por el final que puso a su vida, no hubo para él servicio religioso.
Por la paz y la felicidad de Alfredo Espino, donde se encuentre:
Nam Mioho Renge Kyo
Nam Mioho Renge Kyo
Nam Mioho Renge Kyo...
Muy bueno este post. Como lector, he repetido el viaje del narrador y admirado el compromiso de los tres poetas con su arte y su pueblo. Sólo conocía a Roque Dalton. Un sincero agradecimiento.
ResponderEliminarAmo la poesía. Leer aquí a Geofray Rivas, a Roque, a Alfredo Espino me ha hecho sentir muy liviana y hasta con un poco de hermosura.
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