Hasegawa Tohaku (1539-1610)

lunes, 19 de julio de 2010

Los amigos de Huidobro: breve antología poética

La entrada inmediata anterior estuvo dedicada a Vicente Huidobro. Allí mencionamos una entrevista publicada en el diario La Nación, de Santiago de Chile, el 28 de mayo de 1939, en la que Huidobro destaca, entre los escritores chilenos de su época, a este puñado de poetas: Teófilo Cid, Braulio Arenas, Enrique Gómez, Adrián Jiménez, Eduardo Anguita, Jorge Cáceres, Carlos de Rokha, Pablo de Rokha –a pesar de las polémicas o por ellas mismas-, Winet de Rokha y Rosamel de Valle.

En mi biblioteca doy con algunos de estos nombres. Entre aquellos que aparecen (los amigos de mis amigos son mis amigos) a continuación sus biografías en formato brevísimo, junto con la transcripción de los poemas suyos que leí y más me gustan.

Braulio Arenas

Arenas nació en La Serena, cerca de Santiago, en 1913. Como veremos al hablar de Cid, fue uno de los vanguardistas fundadores de Mandrágora. Como en Borges, su afición por el ajedrez discurre entre sus versos. Estudió derecho pero abandonó. Sus poemas son un monólogo interior onírico, alucinado. Se ha dicho de su novela Adiós a la familia (editada luego bajo el nombre Sólo un día en el tiempo) que pertenece al realismo mágico. En 1935, presentado por Eduardo Anguita, conoció a Vicente Huidobro, de quien fue un gran amigo y compañero hasta sus últimos días, siempre de visita en la casa frente al mar. En 1940, en el Salón de Honor de la Universidad de Chile, interrumpió una lectura de Neruda, quitándole de las manos el discurso para romperlo inmediatamente después a los ojos de todos. Arenas murió en Santiago, a los 75 años, tras ganar el premio nacional de literatura de su país.

La casa fantasma

Casa para vivir,
casa que el hombre busca
desde que el mundo,
desde que el hombre es hombre,
desde que el techo es cielo.

¿Es la casa esta noche?
¿Es esta viga
que sale afuera como un hueso puro?
¿Es la ventana
para aguardar el tiempo tras el vidrio?

Ella -la casa- es pura,
y por tanto se orienta a las paredes,
se orienta al coro alegre de las puertas,
se orienta al subterráneo,
a la techumbre.

Ella está el exterior, como nosotros,
y busca su interior, como nosotros.
Es su propio fantasma
y quiere ser la casa en la medida
que nosotros queremos habitarla.

Ella -la casa- es pura
y quiere ver a su habitante adentro.
Quiere latir su corazón al ritmo
del corazón del niño, y busca ansiosa
corazones que quieran habitarla.

La casa está en su casa.
Casa, casa,
¡Cuántas casa ausentes para el hombre,
cuánta miseria atroz, cuánta intemperie,
cuánta casa fantasma!

No comprende la casa su silencio,
su vacío de barco abandonado.
No comprende esta paz de cementerio.
¿Dónde está mi habitante?, se pregunta.
¿Dónde el niño sin techo del que hablaban?

La casa yace sola, sin remedio.
Fantasma de sí misma yace ausente.
La casa pasa por sus vidrios rotos,
entre en el comedor que está hecho trizas,
anida en las paredes desplomadas.

Entra en el dormitorio y se detiene.
¿Quién duerme aquí?, pregunta.
Nadie, nada:
ni un dedal en la pieza de costura,
ni un plato en la cocina abandonada.

¿Y dónde están los hombres?
No sabemos.
Están perdidos de la casa, todos.
Pero a lo lejos: ¡llegaremos!, se oye,
¡llegaremos un día hasta la casa!

¡Llegaremos un día, y tanta ruina
de la fantasma casa
será esplendor,
puesto que el hombre entonces
vendrá a morarla!

Exigencia siempre

He aquí el árbol y su mínima brújula,
he aquí el ave como una mínima burbuja
en su cerebro de cielo por doquier:
una burbuja de canto salida al mar del mundo,
un corazón de brújula
donde siempre es el norte.

El árbol rema el bosque
igual a las pestañas que reman la mirada,
el árbol se va huyendo de los hombres
y del fuego del roce,
guiado por el canto de los pájaros:
se va el árbol en busca de su selva,
en busca de su patria permanente,
su burbuja de pájaro.

Dibujo

Primero tracé un círculo,
hice crecer un árbol,
puse un nido en su copa,
más arriba, una nube:
hice brotar el agua,
apenas un arroyo,
para que árbol y nube
y pájaro bebieran.

El árbol, es fatal,
se propagó en un bosque,
y los pájaros pronto
volaron en bandadas:
la nube se hizo inmensa,
se hizo la tempestad,
y el arroyo en un río
se desbordó de súbito.

Y en medio de la selva
yo tracé una cabaña,
y una mujer adentro
para sentirla mía:
la choza se hizo pueblo,
pronto, una gran ciudad,
en la que busco, a ciegas,
a la joven perdida.

Detalles para André Bretón

Ellos se convidaban para reír, para hablar del pasado,
para conocer la vida en todos sus detalles,
y en efecto, muchas veces lograban recordar,
lograban sacar algunas palabras de sus labios,
resecos por la tierra, partidos por el sol,
y hasta era posible que sintieran piedad por ellos mismos,
todo esto de un modo suave,
con paseos lentos en torno de una plaza,
con intercambio de opiniones, de rabia, de tabaco
[...]
para conocer la muerte en todos sus detalles.

El cristo pobre

Oh Cristo pobre, quien podría
no sentirse tu compañero,
tan achacoso y lastimero,
tan pierna arriba en tu agonía.

En las tinieblas refulgía
con gran piedad tu cuerpo entero
lleno de sangre y verdadero,
como está el sol al mediodía.

Te vi abismado, Cristo pobre,
Cristo del pobre sin un cobre,
perdonador porque eres bueno.

De todo, Amor, te despojaron,
sólo las llagas te dejaron,
Cristo tan pobre, tan chileno.

Teófilo Cid

Teófilo Cid Valenzuela es un poeta chileno que nació en Temuco el 27 de septiembre de 1914 y murió en Santiago a pocos meses de cumplir cincuenta años. Su padre era empleado del ferrocarril, y su infancia transcurrió en diversas ciudades del sur de Chile. En Santiago estudió Leyes, pero no terminó la carrera. Cursó pedagogía luego, y fue funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores hasta que en 1936 comenzó a trabajar, precisamente, en el diario La Nación. Fundó el grupo de vanguardia surrealista que se llamó Mandrágora, junto con Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa (a quienes conoció en su adolescencia, cursando el secundario en el Liceo de Talca) y Jorge Cáceres. En su obra poética (Cid escribió además novelas) destacan Bouldroud (1942), libro de relatos oníricos, y Camino del Ñielol (1954) -Ñienol es el nombre mapuche de un monte cercano a Temuco-, donde Cid es claramente influenciado por la obra de Huidobro.

El bar de los pobres

He ido a comer donde comen los pobres,
Donde el pútrido hastío los umbrales inunda
Y en los muros dibuja caracteres etruscos
Pues nada une tanto como el frío,
Ni la palabra amor, surgida de los ojos,
Como la flor del eco en la cópula perfecta.

Los pobres se aproximan en silencio.
Monedas son sus sueños
Hasta que el propio sol airado los dispersa
Para sembrarlos sobre el hondo pavimento.
En tanto, cada uno es para el otro
Claro indicio, fervor de siembra constelada.

Y en la pesada niebla de los hábitos
Que en ráfagas a veces se convierten
De una muda erupción
De alcohólica armonía,
Yo siento que el destino nos aplasta,
Como contra una piedra prehistórica.

Pues somos los que pasan
Cuando los más abren los ojos claros
Al amplio firmamento
Que adunan los crepúsculos antiguos.

El mundo es sólo el sol para nosotros,
Un sol que ha comenzado por besar las terrazas
De los barrios abstractos.

Masticamos sus migajas,
Sintiendo que un espasmo egoísta nos mantiene,
Pues somos individuos, por más que a ciencia cierta
El nombre individual es sólo un signo etrusco.

En los que aquí mastican su pan de desventura
Un viejo gladiador vencido existe
Que puede aún llorar la lejanía,
Los menús elegir de la tristeza
Y darse a la ilusión de que, con todo,
Es un sobreviviente de la locura atómica.

Sentados en podridos taburetes
Ellos gastan los últimos billetes
Vertidos por la Casa de Moneda.
Los billetes son diáfanos, decimos,
Carne de nuestra carne,
Espuma de la sangre.

Con billetes el mundo
Congrega sus rincones
Y parece mostrar una estrella accesible.
Sin ellos, el paisaje es sólo el sol
Y cada cual resbala sobre su propia sombra.

Pero la Casa de la Moneda piensa por todos
Y los billetes, ¡Oh encanto del bar miserable!
Nos suministra sueñas congelados,
Menús soñados el día desnudo de la fama
Al levantar los vasos se produce el granito
Del brindis que nos une en un pozo invisible.

Alguien nos dice que el sol ha salido
Y que en el barrio alto
La luz es servidora de los ricos
¡La misma luz que fue manatial de semejanza!

Hoy he ido a comer donde comen los pobres
Y he sentido que la sombra es común
Que el dolor semejante es un lenguaje
Por encima del sol y de las Madres.


Enrique Gómez Correa


Gómez Correa nació en 1915. Junto a Cid y Arenás fundó Mandrágora, sostén de la vanguardia surrealista chilena. La tesis con la que obtuvo el título de abogado, Sociología de la locura, aborda la cuesitón de las enfermedades mentales y la locura de la sociedad, utilizando los mismos elementos del surrealismo pero con un lenguaje apropiado para un ensayo teórico. Como diplomático viajó, y entre sus muchos destinos le tocó París, donde conoció a sus exponentes vanguardistas. Fue amigo de André Bretón y René Magritte. Murió en 1995.

Alicia en el País de las Maravillas

Cuando se descargan los deseos del árbol
Cuando el árbol abre bien el ojo y recupera el olfato
Y se fija en nosotros que nos identificamos con el fastidio del lago
Pese a la furia de las nubes y de las manos que imploran piedad
Entonces la imaginación es sacudida por inevitables cataclismos.

Algún día se desatará el nudo que perturba el hilo de la memoria
Algún día no habrán los extremos de sueño y vigilia
Y tú bella desconocida podrás tenderte libremente sobre la yerba del placer
En tu pecho crecerá el muérdago el oxiacanto
La mirada tuya será mi propia mirada
Y te sentarás esperándome todas las tardes a la entrada de los golfos a los que ahora me empujas
A esos golfos temidos por los perros
Arrancados a viva fuerza de los territorios del demonio.

No tendremos la inquietud
Ni el asalto a mansalva
Ni la nube de la que tú sabes sacar tanto partido
Ni la piedra que nos endurece el ojo y la nariz
Ni yo mismo que me compadezco de su pobre ser.

El hombre volverá a su estado de planta
De nariz trepadora
De pájaro errante
En buenas cuentas con sus cinco sentidos independientes
Y entregados al más cruel y perfecto desorden.

La viuda

Tan pronto han enterrado al esposo
Ella fija sus ojos en los cuatro puntos cardinales,
Que por economía llama los cuatro cardenales.

Uno ha venido del centro del África y ama hablar
del totem familiar que le protege.
Otro es un nórdico obsesionado por la cerveza.
El tercero es un irlandés que pasa el día entero
hablando mal de los ingleses.
Y el cuarto es un apátrida venido no se sabe de qué
continente locamente enamorado del mar y de las
montañas.
Pero en secreto -muy en secreto- también la ama
un teniente de carabineros que sueña hablarle a la
hermosa viuda del prestigio de su Cuerpo.

Cuando ella escucha hablar al africano piensa que a su
difunto esposo le aterrorizaban las serpientes.
Si ve al nórdico piensa que su esposo preferiría
el whisky a la cerveza.
Si ella escucha al irlandés de inmediato piensa que su
amado esposo tenía una loca admiración por el
teatro isabelino.
Y finalmente cuando ve al apátrida prepararse para ir al
mar o la montaña se recuerda que su esposo consideraba
al mar un perro rabioso y a la montaña una prisión.

¡Ah! la hermosa viuda vive atormentada por el recuerdo.
Y aunque su esposo le entregó antes de morir la llave del olvido
No sé si por lujura o fidelidad no piensa utilizarla.
"Me olvido del olvido" -dice- volviendo a su muerto.

Habría preferido que hubieran incinerado el cadáver de su esposo y lanzarse sobre la pira.
Con su corazón abierto con la nostalgia saltándole a
borbotones a sus sienes y cubriendo la ciudad
Por eso es sombra y la sombra a veces pesa más que el cuerpo.
La viuda se ha desnudado completamente frente al africano
y éste echa al diablo a su totem familiar.
Completamente frente al nórdico y éste ha comenzado
a preferir el whisky a la cerveza.
Completamente frente al apátrida que ya siente que la
montaña es una cárcel y le molesta el ruido de las olas.
Sólo el teniente de carabineros -que ya es capitán- en
secreto -muy en secreto- persiste en su deseo de
hablarle a la hermosa viuda del prestigio de su cuerpo.

Lector, no dudéis de la pureza de la viuda.
Siguen encontrándose en el sueño del difunto esposo.

El fantasma ha vencido.

El Espectro de René Magritte

Cuando él descubrió la huella inefable de la luciérnaga
Había a su alrededor seres extraños identificables con la furia
Seres a cuyo paso el sonido guardaba silencio
Que os invitaban al fondo del mar al fondo del cielo
A la tormenta de los objetos.

Y tú René Magritte paseabas con tu espectro a cuestas
Con tu mundo desconocido forjado en la fragua del deseo
En el anillo de la imaginación
Que en tu dedo era el dedo del fantasma.

Tú reconocías en el ángel.
A cuyo golpe de rayo el árbol despiadado
Te reconocíuas en el árbol
A cuya mirada era la más perfecta estatua de carne y hueso
Era entonces la tortura de la ventana frente al infinito.

Fuego del vendabal que parte de la cabeza a los pies
Fuego para llorar fuego para reír
Fuego próxmo a lo que eres tú con tu ojo de fuego
Fuego nostálgico.

Tanta vida inútil
Tanto espejo sacrificado a instancias del círculo mágico
Tanto corazón al borde del abismo
¿Por qué la vida -la tantas veces recordada vida- ha de ser inútil?
Y tú lo sabes René Magritte
Lo sabes en el relámpago lo sabes en tu amor
Lo sabes en la más pervertida de las nubes.

Andas y desandas el camino que ya no es el mismo
A tu habitación llegan objetos conocidos y desconocidos
Y tú los invitas a cenar
Tú conversas tú les das la palabra
Tú les das el alcohol tú eres enigmático como ellos.

Pero yo vuelto hacia mí
Temblando en la página en que te escribo
Con mi vestón que he olvidado con displicencia te digo
Pasad espectro de carne y hueso
Pasad.

Jorge Cáceres

Luis Sergio Cáceres Toro nació en 1923 en la capital chilena. Además de escritor e integrante del grupo surrealista Mandrágora, fue bailarín y artista visual. A los 16 años conoció a Huidobro, quien lo influenció y alentó a realizar collages, fotomontajes y caligramas. Murió a los 26 años, en el baño de su casa, a causa de una intoxicación por inhalación de gas.

Poema

La silueta del campo bajo la helada como un abanico
que despliega a la deriva
Y en el horizonte no hay nada más que unos ojos de
cohetes en el instante de partir
Nada más que la noche magnética y el torrente con
garras de castor
Pero a través de esa luz pasan unos ojos de piedras
que ruedan
Y unos labios de manchas que no salen
Y aún en plena selva la cola que se abre como un
gesto de cristal quebrado
Abreviando la noche de diciembre con relámpagos de
topacio claro

La noche de rabo de paloma dorada
que ha caído para siempre bajo el hacha
como un viejo botón
por el desgaste del hilo.
Nada en el pozo sino el aire del sur y la varilla imantada
Y el cazador en el momento de apretar el gatillo
El paisaje desaparece
Nada en la costa sino el sol de mar que ha subido a
dejar la perla en el cenicero cerrado con llave
Pero la torre a lo lejos siente la primavera

Y de la chimenea aún salen esas señales de eclipse
Que atraviesan el campo en forma de seno
En forma de fuego.


Eduardo Anguita

También vinculado al grupo Mandrágora, Eduardo Anguita Cuella nació el 14 de noviembre de 1914, en Linares. Abandonó el secundario para dedicarse a escribir. Fue un poeta metafísico y reflexivo, que abordó en su obra la religión y escribió, incluso, poesía mística. Se desempeñó como editor y como agregado cultural en México. Se casó y tuvo tres hijos, pero se divorció para vivir solo. Ganó el Premio Nacional de Literatura de Chile, en 1988. Murió en soledad, en 1992.

Venus en el pudridero

¿Escucháis madurar los duraznos a la hora del estío,
a la venida del sol, mientras un príncipe danza
en vísperas de su coronación?
Yo pienso en el gusano.

¿Oís podrirse los duraznos en el granero,
al atardecer, mientras las fechas del reino
caen de los tronos
y el viento las amontona, las dispersa y olvida?
Yo pienso en el gusano.

Si veis montar el agua de la noria,
con un niño fijamente asomado al brocal
frente a frente al abuelo,
y se siente el beso de los amantes como una hoja seca
que el pie del tiempo aplasta crepitando:
¿los amantes están muertos? No preguntéis con torpeza.
Pensad en el gusano.

Al borde del pozo, gusano y amante,
los dos punteros del reloj.
El agua está vacía y la amada es un torrente de mil rostros despeñados.
Ambos sedientos, un sol varonil frente al otro sol, también varonil,
pero llorando y sombrío:
el de la aurora y el atardecer, íntimamente coludidos,
aparentemente enemigos y cuán quebrantados.

Llegan carretas rebosantes de frutas maduras,
se despiden los ancianos,
las raíces quedan en acecho al sol de la espera,
se acumulan los hechos.

[...]

Os contaré amantes, qué hacéis cuando estáis juntos;
lo que yo hice y sentí
en aquel huerto de espigas corporales.
El gallo a mitad del día, erguido para el amor,
y la luna que espera al ave de fuego,
mojada, abierta y silenciosa.

La tomé por la mirada, rebanando con mi vista su entrecejo,
y desde ahí, humedeciendo con su vista mis manos y con mi vista su cuerpo,
sin dejar de mirarla,
comencé con las yemas a estirar sus ojos a las sienes:
hasta que su cabeza reclinóse en mi hombro.
Su cabeza era una blanda caverna, donde se escondía el torrente,
el que me llevaría hacia abajo, a las zarzas de sigiloso.
[...]
Ella tomó mi boca con su boca -llenar un hueco con otro hueco-,
para partir unidamente exhaustos.
Sus labios se reflejaron firmemente en mis labios.
Mis labios son yo que salgo; los suyos son yo que entro.
Y nos reconocíamos íntimos y temoblorosamente obvios.

Comencé a ser mi semejante.
Inquirí su cuello, una columna despierta,
hecha de luz internacional explícita.
Besos en su garganta de cascada de nieve, y sus pechos,
particulares bóvedas del cielo, copas de árbol, salidas
de sol y cualquier cosa aquí sólo representada.
Y siendo desbordantes, sin embargo formaban parte.
[...]

Accediendo, le ceñí a mi vez por la cintura,
siendo ella ahora el agua y yo el vaso.
Y se hizo tan íntima, que aun durmiendo me encontraba con ella
como si la hubera habitado y comulgado.
Estrechamos la condena y caímos veloz
por la corriente que arrastra juntos al pájaro y al vuelo.

[...]

Y apenas te han dado el beso y aún lo gozas
y ya los labios de la moribunda se retractan.
Sin embargo,
allí están su risa, su promesa, su palabra,
que parecen fundarse en la palabra.
¡Si yo pudiera
volver la flecha al arco, el beso al labio,
la nota a su instrumento!
¿Es verdad que me amó, es verdad que así es?
Cuando me dijo: "Ahora te amo y para siempre",
¿comprometía al tiempo venidero hasta el punto
que el hoy que ahora vivo debería desestimarse o bien vivirse
sólo como un ayer que logró ser mañana?

Y, sin embargo, qué débil potestad para derogar el pasado.
Allí están sus palabras y tú sientes
que este hoy les traza su contorno para labrar la copa
en que quiero beber toda su muerte.
Pero si aquel ahora fue real, ¿por qué estoy solo?
Y si no fue real, ¿qué es lo que añoro?

Decepcioné al gusano:
Lo que ella hizo, lo que ella habló, eso es verdad.
Porque no soy verdad yo, ni es verdad ella, ni eres verdad tú.
Alguien que va a ser dice algo que es.
Todas las bocas son necias; todas las palabras, necesarias.

Rosamel del Valle

Moisés Filadelfio Gutiérrez Gutiérrez nació en Curacaví, un 13 de noviembre de 1900. Tras la muerte temprana de su padre, debió abandonar los estudios para alimentar a su numerosa familia. Fue campesino, obrero linotipista, funcionario de Correos y Telégrafos, corrector de pruebas en la sede de Nueva York de la ONU y, desde muy joven, un gran poeta. Sus primeros poemas, publicados en 1920, siguen la estética modernista; recién luego su obra abordaría el surrealismo y, fundamentalmente, la poesía metafísica. Su pseudónimo guarda relación con un amor de juventud con este nombre propio: Rosa Amelia del Valle. Murió en Santiago en 1965.

Visita

Vendrá, se piensa, y viene el visitante.
La habitación se abre, No hay ni qué decirlo; entra. Los muros pierden la tranquilidad, los objetos pierden la tranquilidad, la luz pierde la tranquilidad, y lo que soy allí para recibirlo no guarda tampoco relación alguna con la palabra tranquilidad. Entonces sé que los muros tienen la forma de un oído y que el visitante pone el suyo junto a la cerradura de la puerta para asegurarse tal vez de que la mitad de sus pensamientos se han quedado afuera y como rindiéndome un homenaje en nombre de la lealtad. Tal vez por eso mismo recuerdo que su conducta ha sido siempre irreprochable. Y en cuanto lo veo quitarse el sombrero y arrojarlo al mar, comprendo que la conversación está iniciada. Una conversación de palabras húmedas, a veces semejantes al verano, a veces semejantes a la transpiración de los vidrios. No podría asegurarlo. Pero eso que dice sin que nada le salga de la boca es exactamente lo oído anoche en el sueño. Es decir, la historia de una conversación nunca empezada.
Entonces, y para evitar la tragedia de toda despedida, me vuelvo hacia el muro y le devuelvo al visitante esa página en blanco que amenaza derrumbarse de un momento a otro de entre sus dientes. Y cuando oigo caer la lágrima de la puerta que se cierra, la tranquilidad se enciende otra vez en la habitación.
Pero es tarde y sería inútil tratar de pasearme por las orillas de ese río que por esta vez no va al mar.

Cántico V

Amor amor amor y se nombra el cuerpo
meintras eres alma en el cuerpo y cuerpo en el alma
como el espíritu de la tierra es pura forma terrestre
como tu mirada es una lámpara en mis huesos
como tus huesos son el sonido de mis palabras
como tus silencios son el estrépito de mi espíritu
como la luz echó raíces en ti para mí
y ambos somos los desposeídos de todo
los dueños de la bella nada que nos une
los amos de la estrella celeste que nos separa
los regocijados con la paciencia de las hormigas
los fieles amigos de los lobos que invaden nuestra noche.

Hay varias muertes

Hay varias muertes. Una de ellas puede ser la de volvernos de pronto hacia la parte oscura a que da la mitad de nuestro cuerpo. La de adelante, la vida. La de atrás, la muerte. Es decir, que un día el orden de las cosas cambia, nos volvemos súbitamente hacia el lado invisible y nuestra parte oscura entra en la claridad. No vemos esa claridad. Estamos muertos.

Los "de Rokha"


Por último, leemos en la entrevista a Huidobro que motivó esta entrada una mención a Winett, Pablo y Carlos de Rokha. Ellos, madre, padre e hijo respectivamente, fueron miembros de una numerosa y trágica familia de artistas chilenos. Carlos Díaz Loyola (Pablo) nació en Licantén, un 17 de octubre de 1894, en el seno de una familia aristocrática venida a menos. Se crió ayudando a su padre en la administración de una estancia y andando a caballo por la zona cordillerana. Tras una breve y desencantadora estadía en Santiago, leyó "lo que me dijo el silencio", un libro de poemas de Luisa Anabalón Sanderson (Winett), hija de Coronel y nieta de Domingo Sanderson, traductor de Ovidio. En 1916, Pablo y Winett se casaron. Tuvieron ocho hijos, de los cuales el mayor fue Carlos Díaz Anabalón, quien también nació un 17 de octubre pero de 1920. En 1944 Pablo fue nombrado Embajador Cultural de Chile, y recorrió junto a su esposa 19 países de América. Cuando regresaron en 1949, Winett ya estaba enferma de cáncer, y moriría dos años despues. Carlos padecía esquizofrenia, y vivió la mitad de su corta vida internado. En 1962, a los 42 años, Carlos murió producto de una sobredosis de fármacos. En 1968, a los 73 años, su padre Pablo, Premio Nacional de Literatura, acabó con su vida de un balazo.

Círculo (Pablo de Rokha)

Ayer jugaba el mundo como un gato en tu falda;
hoy te lame las finas botitas de paloma;
tienes el corazón poblado de cigarras,
y un parecido a muertas vihuelas desveladas,
gran melancólica.

Posiblemente quepa todo el mar en tus ojos
y quepa todo el sol en tu actitud de acuario;
como un perro amarillo te siguen los otoños,
y, ceñida de dioses fluviales y astronómicos,
eres la eternidad en la gota de espanto.

Tu ilusión se parece a una ciudad antigua,
a las caobas llenas de aroma entristecido,
a las piedras eternas y a las niñas heridas;
un pájaro de agosto se ahoga en tus pupilas,
y, como un traje oscuro, se te cae el delirio.

Seria como una espada, tienes la trial dulzura
de los viejos y tiernos sonetos del crepúsculo;
tu dignidad pueril arde como las frutas;
tus cantos se parecen a una gran jarra oscura
que se volcase arriba del ideal del mundo.

[...]

NIña de las historias melancólicas, niña;
niña de las novelas, niña de las tonadas:
tienes un gesto inmóvil de estampa de provincia
en el agua de asombro de la cara perdida
y en los serios cabellos goteados de dramas.

Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente,
como la eternidad encima de los muertos;
recuerdo que viniste y has existido siempre,
mujer, mi mujer mía, conjunto de mujeres,
toda la especie humana se lamenta en tus huesos.

Llenas la tierra entera, como un viento rodante,
y tus cabellos huelen a tonadas oceánicas;
naranjo de los pueblos terrosos y joviales,
tienes la soledad llena de soledades,
y tu corazón tiene la forma de una lágrima.

[...]

Te pareces a esas cántaras populares,
tan graciosas y tan modestas de costumbres;
tu democracia inmóvil huele a yuyos rurales,
muchacha del país, florida de velámenes,
y la greda morena, triste de aves azules.

Derivas de mineros y de conquistadores,
ancha y violenta gente llevó tu sangre extraña,
y tu abuelo, don Domingo Sanderson, fue un HOMBRE;
y los miro y los veo cruzando el horizonte
con tu actitud futura encima de la espada.

Eres la permanencia de las cosas profundas
y la amada geográfica llenando el Occidente;
tus labios y tus pechos son un panal de angustia,
y tu viente maduro es un racimo de uvas
colgado del parrón colosal de la muerte.

Ay, amiga, mi amiga, tan amiga, mi amiga,
cariñosa, lo mismo que el pan del hombre pobre;
naciste tú llorando y sollozó la vida:
yo te comparo a una cadena de fatigas
hecha para amarrar estrellas en desorden.

El viaje (Carlos de Rokha)

Cuando volví a aquel pueblo en que viví de niño
todo estaba lo mismo que en los días perdidos.
Nadie vino a esperarme a la estación dormida
Yo traía en mis ojos equipajes de sombras
Las casas bostezaban llenas de polvo umbrío.
No encontré a los vecinos
que hablaban con mi abuelo
en la paz de la tarde cuando se acaba el día.
Todos, todos yacían en sus nichos helados.
Sólo unas hojas loicas jugaban en alambres
que muy breves medían la extensión del villorio.
En el viejo molino
nadie movía ahora la ya gastada rueda.
Los campanarios mudos, las plazas casi secas
sin sus rondas de niños y de pájaros.
Los labriegos lejanos consumían sus manos
trabajando la tierra como en el tiempo antiguo.
Visiones olvidadas, telarañas heridas, puertas todas en sombras
me hablaban de un pasado de remotas anuencias.
Quise llorar entonces,
pero volví mi rostro
y un silencio de asombro me acompañó al regreso
cuando volví del pueblo en que viví mi infancia.

Segunda agonía y alabanza (Carlos de Rokha)

Es tan lenta la agonía de aquel que ama los frutos cálidos
¿Quién en la hora de la muerte no adorará la alegría de los
--------[juncos?
¿Quién no evocará la ventura de las ondas que nunca se
--------[detienen?

Es tan persistente el dolor de mis ojos
que niego el paraíso y afirmo que la luz no podría vivir sin
--------[la sombra.

Digo que nada hace suyo al hombre sino después de un largo
--------[dolor hacia adentro
por mortaja de viento recóndito impulsado
hasta que la misma sangre es una piedra donde sus
--------[deudos lloran.

Digo que hasta los huesos duelen cuando canta (tanto como si
--------[naciéramos de nuevo)
y todo duele ¡oh!, alta corona mortal de la tiniebla que me
--------[abisma
¡oh!, laúd de ceniza que sólo dedos ciegos
podrían pulsar al pie de los quietos limoneros ahora plateados
--------[por la luna.

Hay una hora para llorar la dicha semejante a un río perdido
pues todo lo que amas cesará en un instante de latir
y sólo los profundos cánticos en que el hombre celebra
el fuego, el mar, la sangre y su agonía
serán, os digo, eternos como el héroe
que allí desnudo y libre un día alzara
las doradas columnas que sostendrán la tierra.

sábado, 10 de julio de 2010

Vicente Huidobro o la búsqueda de originalidad








 Huidobro, una presentación


La literatura chilena comienza con Vicente Huidobro. Su voz poética, nacida en las alturas, anclada entre las nubes, aniquilada y vuelta a nacer, Fénix de la poesía latinoamericana y europea, nos llega desde lo alto como el azor que desciende sobre su presa, entrevista con aguda mirada. Su obra es ese vuelo, zambullirse desde las alturas en las palabras, en procura de originalidad, un renacimiento de la poesía desde el llamado a ser auténticos.

Vicente García-Huidobro Fernández nació en Santiago de Chile, un 10 de enero de 1893. Fue el primogénito de seis hermanos dentro de una familia aristocrática y sumamente rica. Viajante incansable desde temprano, sus primeros años los pasó en Europa, de donde regresó a los siete. Estudió con institutrices primero, y en un colegio jesuita de Santiago después. Pero sabemos que pronto, en una primera mueca de su honda rebeldía, Huidobro abandonó el uniforme de colegial ignaciano y se abocó a su oficio, escribir. (1) Poeta precoz, Huidobro fue un vanguardista que revolucionó la literatura de su lengua, y esto, a mi gusto entre otros motivos, precisamente por su desobediencia, por su temple extravagante y díscolo. Años después, bajo el ya sugerente título Vientos contrarios (1926), escribiría: “No poder ejercitar la rebeldía es la única muerte verdadera”; y de Altazor (1931) es el verso que confiesa “Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco”.

Su carácter venal lo llevó más de una vez a polemizar con artistas o políticos. Y entre los escritores que lo enfrentaron públicamente, volviendo un poco a sus orígenes, a eso de que Huidobro provenía de una familia aristocrática y rica, viene a cuento que su compatriota y buen poeta Pablo de Rokha lo describió como un “señorito millonario” que escribe literatura “por lujo ocioso de rico”
.(2) De cualquier manera, lo cierto es que el señorito se decidió a escribir, y el origen acomodado no desmereció su trabajo: Huidobro tomó un camino que muchos temen, se internó con honestidad en sí mismo.

Huidobro: sus primeros libros


A los diecinueve años publicó Ecos del Alma (1912, lo he visto fechado en 1911), que recoge poemas escritos entre sus doce y dieciocho años, e inicia el primer período de Huidobro, que puede rastrearse hasta su sexto libro, Adán (1916). En esta primera etapa, las obras retoman el modernismo iniciado por Rubén Darío, a quien Huidobro admiraba tanto como para llegar a decir que, “desde el Siglo de Oro, las letras españolas son un desierto intelectual hasta [su llegada]”. (3)


En estos primeros trabajos resuena también la voz de Gustavo Adolfo Bécquer, y seguramente no es casualidad que por entonces Huidobro tradujera o reescribiera a Heinrich Heine. A mi humilde entender, este influjo alcanza el precioso “Canto II” de Altazor (1931), su libro más famoso, en el que por momentos me parece estar leyendo a Pedro Salinas, poeta español contemporáneo con las mismas fuentes románticas. Pero mejor no nos adelantemos, y volvamos a las primeras obras de Huidobro.

En Canciones en la noche (1913) el lenguaje todavía cabe dentro de los cánones de la época. Me gustan de esos poemas su sensualidad, y los ambientes elegidos por el poeta, los paisajes bíblicos u orientales que pueblan los versos y causan extrañeza en el lector. Allí también aparecen poemas cuya tipografía Huidobro dispone de manera especial para que los versos adopten cierta forma gráfica, anticipándose de esta manera a los caligramas de Apollinaire. (4)

Entre los últimos apartados de La Gruta del Silencio (su segundo libro de 1913) aparecen “Los poemas alucinados” y “Coloquios espirituales”, en los que el poeta inicia un camino más personal. Allí figuran estos versos, que exaltan la bohemia creativa y la originalidad que reside en el interior de cada artista:


Ama tus obsesiones, aumenta tus martirios,
no olvides que en ti llevas un loto azul: el Arte.

Utiliza un símbolo oriental, la flor de loto. Su pureza y eternidad, nos dice Huidobro, viven dentro de cada artista. En el color azul de la flor la referencia a Darío se vuelve, una vez más, explícita. El poeta nicaragüense, en el hermoso poema “La Fuente”, con palabras similares nos dice:

Asciende por los riscos ásperos del orgullo,

baja la constancia y desciende al abismo

cuya entrada sombría guardan siete panteras

[…]

Llena la copa y bebe: la fuente está en ti mismo.



De La Gruta del Silencio es también el poema “Amanecer Poblano”. Allí Huidobro expresamente retoma el trabajo de Julio Herrera y Reissig, mencionado en el epígrafe, (5) aparición que anticipa la línea panteísta -entendido el panteísmo como la doctrina que cree que la totalidad del universo es un único Dios que anima todas las cosas- que adoptará el poema. Esta visión animista del cosmos puebla diversos pasajes de la obra de Huidobro, rica en elementos religiosos y palabras proféticas.

En 1914 Huidobro publica Pasando y pasando, una especie de autobiografía que muestra la profunda independencia de criterio de este joven artista. Su padre o su abuelo, las versiones disienten, quemaron casi íntegramente la edición, tal vez porque en sus páginas puede leerse una dura crítica a la orden jesuita y a la religión católica en general. Tiempo después, en Altazor, Huidobro volverá a la carga:


[…]

Morirá el cristianismo que no ha resuelto ningún problema

Que sólo ha enseñado plegarias muertas

Muere después de dos mil años de existencia

Un canoneo enorme pone punto final a la era cristiana

El Cristo quiere morir acompañado de millones de almas

Hundirse con sus templos

Y atravesar la muerte con un cortejo inmenso

Mil aeroplanos saludan la nueva era

Ellos son los oráculos y las banderas

[…]


También en 1914 Huidobro publica Las pagodas ocultas, que contiene salmos, poemas en prosa, ensayos y parábolas. Allí Huidobro inicia su experimentación del lenguaje a través de metáforas inauditas que sorprenden al lector y colocan al poeta en condición de creador. Es también el año en que dicta la conferencia Non serviam (“no serviré”), en donde el poeta manifiesta que deja de cantarle a la naturaleza, a la madre Natura, y abre sus “puertas de jade” a la creación de una realidad propia.


Su sexto libro, Adán, es el último que publica en Chile antes de un largo viaje por el extranjero. El poema se inspira en la obra del norteamericano Ralph Emerson (1803-82). Junto con Henry David Thoreau, Emerson es uno de los autores más renombrados del trascendentalismo norteamericano, cuya doctrina se centró en la inmanencia de Dios en el universo. Para Emerson, cada ser humano es un universo minúsculo, un microcosmos, una profunda divinidad que vuelve invisible cualquier autoridad externa. (6) De un modo similar, el libro Adán celebra la capacidad creativa de los seres humanos, cuya actividad creacionista comprende y ordena al Universo en una génesis dotada de la misma eternidad:


[…]

La Tierra Santa
de paz y de calma
oyó en éxtasis la primera palabra

y quiso acogerla para eternizarla.

[…]


Huidobro: el creacionismo


Publicado su sexto libro, Huidobro inicia en 1916 un periplo que lo llevará a la Argentina primero, y a Europa después. Por ese entonces, en el Ateneo Hispano Americano de Buenos Aires, brinda la conferencia en la que se sabe que por primera vez expone plenamente su teoría. Ese día Huidobro dirá del artista que tiene tres deberes: crear, crear y crear, y es por esto que José Ingenieros lo llamará un poeta creacionista. Sin saberlo, de esta manera bautizaba al movimiento de vanguardia que se autodenominó creacionismo, y que terminaría de gestarse en Europa con Huidobro como uno de sus protagonistas.


Unos pocos años después, en una entrevista, Huidobro menciona como antecedentes del creacionismo “ciertas frases de Rimbaud y de Mallarmé”, además de casi todos los “buenos poetas de épocas anteriores”. Más que una revolución radical, el creacionismo le parece “la evolución lógica de la poesía”. La estética creacionista quiere un Arte que “no imite ni traduzca la realidad” sino que tome de la vida los elementos esenciales para la construcción de un discurso desnudo de anécdota y descripción, y así el poema “nos presente un conjunto lírico independiente que desprenda como resultado una emoción poética pura". (7)”


En el ensayo “La creación pura” (1921), Huidobro vuelve sobre la pureza emotiva del poema para describir su estética. S
e corre allí de la tradición poética occidental, y enmarca su estética en la cultura precolombina. Según su relato fue viejo poeta aimará quien le dijo: “El poeta es un dios; no cantes a la lluvia, poeta, haz llover”. Así, el poeta escribe su obra “como la naturaleza hace un árbol”.

En su manifiesto “El creacionismo” (Manifiestes, 1925) Huidobro da una explicación detallada de los principios del movimiento: no “una escuela que yo haya querido imponer a alguien; el creacionismo es una teoría estética general que comencé a elaborar hacia 1912, y cuyos tanteos y primeros pasos los hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de mi primer viaje a París.” El poema creacionista “se compone de imágenes creadas, de conceptos creados, no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse en absoluto de la realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización.” Al igual que Ezra Pound, Huidobro propone una poesía universal: “Si para los poetas creacionistas lo que importa es presentar un hecho nuevo, la poesía creacionista se hace traducible y universal, pues los hechos nuevos permanecen idénticos en todas las lenguas.”


Para la Historia de la literatura, el creacionismo se inicia con la publicación que Huidobro costea en Buenos Aires, antes de partir a Europa, El espejo de agua (1916), una plaquette con nueve poemas. En su poesía más famosa, “Arte poética”, la actividad creadora iguala al poeta con un pequeño dios:

Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.

-------Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.

-------Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.

--------Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.


--------El Poeta es un pequeño Dios.

La existencia de la edición de 1916 de
El espejo de agua fue puesta en duda y desencadenó todo tipo de discusiones y polémicas. Huidobro fue acusado por Pierre Reverdy de inventar la edición (de publicación real según él en 1918), y copiar un libro suyo, Las Ardoises de toit. (8) Se discutían así la paternidad del creacionismo vanguardista. No hay dudas, a todos los problemas los crea el ego. Lo cierto es que estando en Buenos Aires, en la mencionada conferencia del Ateneo Hispano Americano, Huidobro leyó dos poemas que aparecerán finalmente en El espejo de agua, lo cual da muestras de que ya por entonces se encontraba desarrollando la estética creacionista.

De las dos poesías que Huidobro leyó en Buenos Aires, me gusta especialmente la que lleva por título “El hombre triste”:

Lloran voces sobre mi corazón…
No más pensar en nada.
Despierta el recuerdo y el dolor,
Tened cuidado con las puertas mal cerradas.

Las cosas se fatigan

En la alcoba,
Detrás de la ventana donde el jardín se muere,
Las hojas lloran.

En la chimenea languidece el mundo.
Todo está oscuro,
Nada vive,
Tan sólo en el Ocaso
Brillan los ojos del gato.

Sobre la ruta se alejaba un hombre.

El horizonte habla,
Detrás todo agonizaba.

La madre que murió sin decir nada
Trabaja en mi garganta.

Tu figura se ilumina al fuego
Y algo quiere salir.
El chorro de agua en el jardín.


 Huidobro polémico

A Vicente Huidobro le encantaba polemizar. Y no sólo fueron Reverdy o Guillermo de Torre sus molinos de viento. 


No le importó decir, por ejemplo, nada menos que de Federico García Lorca, que le parecía un escritor de ningún interés. En esa misma entrevista dice Huidobro: “los poetas españoles carecen de imaginación y de inteligencia poética. La literatura española está aplastada por la retórica, esa terrible retórica del Mediterráneo, que mantiene ahogados bajo su lápida a todos los escritores de España, de Italia y muchos de Francia. Bueno, en realidad, Italia no tiene escritores sino escribanos, como el imbécil del tal Petigrilli, el tanto furibundo de Marinetti y el tonto estético de D'Annunzio, con su cortejo de frases con miriñaques y crinolinas. Es increíble en el país del Dante, de ese genio cósmico, asombroso, que cada día me parece más admirable. Lo mismo sucede en España. ¿Cómo es posible que el magnífico impulso dado por los grandes poetas del Siglo de Oro no haya tenido continuidad? ¿Qué se hizo el genio español?" (9)” De la literatura española, Huidobro rescataba a Valle Inclán, “a pesar de voz engolada”.

A la pregunta “¿Qué piensa de Pablo Neruda?”, Huidobro allí mismo respondió: “¿Con qué intención me hace Ud. esta pregunta? ¿Es forzoso bajar de plano y hablar de cosas mediocres? Ud. sabe que no me agrada lo calugoso, lo gelatinoso. Yo no tengo alma de sobrina de jefe de estación. Estoy a tantas leguas de todo eso.” Admitía que fuera posible la escuela americana de Neruda, “pero sólo entre los mediocres. Es una poesía fácil, bobalicona, al alcance de cualquier plumífero. Es, como dice un amigo mío, la poesía especial para todas las tontas de América.”


Evidentemente, Neruda no necesitaba de la generosidad de Huidobro. En 1971, al recibir el Premio Nobel, cuando Huidobro llevaba más de veinte años muerto, todavía herido en su orgullo Neruda afirmó: “El poeta no es un pequeño dios […] el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo”. En Confieso que he vivido, Neruda admite, sin embargo, la emoción que contiene la poesía de Huidobro al decir: “escribió algunos de los más desgarradores y serios poemas que me ha tocado leer en mi vida”.


Con quien sí fue generoso Huidobro fue con los poetas más jóvenes de su nacionalidad. Sin duda para alentarlos, mostraba públicamente su interés por Teófilo Cid, Braulio Arenas, Enrique Gómez, Adrián Jiménez, Eduardo Anguita, Jorge Cáceres, Carlos de Rokha, Pablo de Rokha –a pesar de las polémicas o por ellas mismas-, Winet de Rokha y Rosamel de Valle. Pero esto llegaría recién al final de su venturosa vida.


Huidobro, la segunda etapa de su obra


Desde Buenos Aires, Huidobro parte hacia Europa, donde vivirá largas temporadas, principalmente en París. Antes de abandonar América, Huidobro había dado ya con una teoría literaria propia; en Europa terminará de desarrollar su estética. No está solo, lo rodean, en París, Pablo Picasso (cuyo retrato de Huidobro se puede ver al principio de esta entrada), Juan Gris, Apollinaire, Hans Arp, Lipschitz, Strawinsky, Delaunay; en España, Gerardo Diego y Juan Larrea (en la foto arriba junto a Vicente Huidobro).

Para Octavio Paz, Huidobro inicia la poesía moderna en español, es el padre de la primera vanguardia latinoamericana. En los manuales de literatura, las referencias al creacionismo se ubican junto al simbolismo, el surrealismo, el dadaismo, el cubismo literario y el futurismo. En esos mismos manuales, a la segunda etapa de la obra de Huidobro algunos expertos la conocen como cubo-creacionista, dada la supresión de enlaces lógicos, la desarticulación del lenguaje, las asociaciones arbitrarias, la simultaneidad espacio-temporal y la yuxtaposición de imágenes distantes.

En una entrevista de 1939, Huidobro comenta: “cuando llegué a la capital francesa, conocí varios círculos literarios de las últimas tendencias, y muchos de los poetas jóvenes que deseaban escapar del molde simbolista habían caído en algo mucho peor: el futurismo. Estos jóvenes publicaban la revista Sic, cuyo director era Pierre Albert Birot, y en la cual colaboraban entre otros Pierre Reverdy, Jean Cocteau, y en algunas ocasiones, Guillaume Apollinaire. (…) Birot, aunque creía ser futurista era solamente un simbolista, y esto acontece a todos aquellos que comulgan en la escuela auspiciada por Marinetti." (10)

Con
El espejo de agua, Vicente Huidobro inicia su etapa vanguardista, que incluye otros ocho títulos publicados entre 1918 y 1925: Horizon carré (1917), Hallali, poème de guerre (1918), Poemas árticos (1918), Ecuatorial (1918), Tour Eiffel (1918), Saison choisies (1921), Automne régulier (1925) y Tout à coup (1925). Muchos de estos libros fueron escritos directamente en francés, y luego traducidos. Para Huidobro, en su camino hacia la liberación el poeta debe escribir en segundas lenguas ("Se debe escribir en una lengua que no sea la materna", dice en el "Prefacio" de Altazor), y eso hizo alternando el francés en su obra.

Como veíamos, en 1918 aparece el título Poemas árticos. Este es, a mi gusto, uno de los libros más profundos y hermosos de la vanguardia en español. Entre otros bellísimos versos, podemos encontrar los correspondientes al poema “Camino”:

----------------Un cigarro vacío

A lo largo del camino
He deshojado mis dedos

-----------------------------------Y jamás mirar atrás

Mi cabellera
----------Y el humo de esta pipa

Aquella luz me conducía

Todos los pájaros sin alas
En mis hombros cantaron

-----------------------------------Pero mi corazón fatigado
-----------------------------------Murió en el último nido

Llueve sobre el camino
Y voy buscando el sitio
------------------------Donde mis lágrimas han caído.

También de Poemas árticos es “Horas”, que bien podría pasar por un tango de Homero Manzi:

El villorio
Un tren detenido sobre el llano

En cada charco
----------------duermen estrellas sordas
Y el agua tiembla
Cortinaje al viento

----------------La noche cuelga en la arboleda

En el campanario florecido

Una gotera viva

----------------Desangra las estrellas

----------De cuando en cuando
----------Las horas maduras

----------------Caen sobre la vida

Tanto en el apocalíptico Hallali, poème de guerre como en Ecuatorial (ambos de 1918) abundan el tono profético, los mensajes al hombre del mañana a través de certeras realidades poéticas futuras, la descripción de desastres y los versos sobre el fin del mundo; en definitiva, el clima de una Europa trastornada por los enfrentamientos bélicos. Como el Apocalipsis de San Juan, el tono es visionario. Mostrando la cercanía de la desgracia se alternan la primera persona del singular y del plural. Así, por ejemplo, el largo poema “Ecuatorial”, que versa sobre los horrores de la guerra y el inminente despertar de una nueva conciencia:

Era el tiempo en que se abrieron mis párpados sin alas
Y empecé a cantar sobre las lejanías desatadas


Saliendo de sus nidos

----------------------Atruenan en el aire las banderas


LOS HOMBRES

- -------------------ENTRE LA YERBA

------------------------------------- -------BUSCABAN LAS FRONTERAS
Sobre el campo banal

-----------------------el mundo muere

De las cabezas prematuras

-----------------------brotan alas ardientes

Y en la trinchera ecuatorial

-----------------------trizada a trechos

[…]

Las ciudades de Europa

-----------------------Se apagan una a una

Caminando al destierro

El último rey portaba al cuello

Una cadena de lámparas extintas

----------------------Las estrellas

-----------------------------------que caían

----------------------eran luciérnagas del musgo

Y los afiches ahorcados

----------------------pendían a lo largo de los muros

[…]

Por todas partes en el suelo

He visto alas de golondrinas

Y el Cristo que alzó el vuelo

Dejó olvidada la corona de espinas

[…]

Llegamos al final de la refriega

Mi reloj perdió todas sus horas


Yo te recorro lentamente

Siglo cortado en dos

-------------------- Y con un puente

Sobre un río sangriento

Camino de Occidente

[…]

Sigamos nuestra marcha

Llevando la cabeza madura entre las manos

[…]

El niño sonrosado de las alas desnudas

Vendrá con el clarín entre las manos

El clarín aún fresco que anuncia

El Fin del Universo


Pero Huidobro no solamente escribía poesía. Por esos años trabaja en la obra Cagliostro (1923), un guión cinematográfico para el director rumano Mime Mtzu. También por ese entonces, movido por su inclinación política, publicó un curioso libro,
Finis Britanniae (1923), una especie de ensayo escrito en francés que inicia una línea de escritos políticos en la obra de Huidobro, en este caso una crítica a las políticas colonialistas del imperio británico. En Cartas al Tío Sam le tocará a Estados Unidos de Norteamérica probar el filoso dado de sus palabras. En ambas obras, Huidobro defiende la posición de las pequeñas naciones amenazadas por los intereses de las grandes fauces del mundo. A lo largo de sus distintas estancias en Europa, Huidobro será también periodista, corresponsal de guerra en el ejército y hasta fundará un periódico. (11)
En 1924 su mujer, que vivía con Huidobro y los cuatro hijos de su matrimonio, recibió el siguiente anónimo: “su marido está preso”. Tres días después, Huidobro apareció diciendo que unos irlandeses lo habían secuestrado por la publicación de Finis Britanniae. El hecho generó gran interés en la prensa europea.Por esa misma época, pero en Chile, también se hablaba de Huidobro. La burguesía comentaba el secreto a voces de su furtiva historia de amor con una jovensísima concuñada suya, Ximena Amunátegui. La turbulenta relación en el torbellino de la notoriedad pública llevó a Huidobro a su primer divorcio. Con Ximena se casaría luego mediante el rito mahometano, para lo cual Huidobro debió hacer votos dentro de esa fe religiosa. Al hijo de esta unión lo llamarían , tiempo después, Vladimir, en honor a Lenin.

Por entonces publica Automne regulier (1925), con poemas escritos entre 1918 y 1922. Del hermoso poema “invierno para beberlo”, aquí este fragmento:

[…]
Los ojos están llenos de un líquido viajero
Y cada ojo tiene un perfume especial
El silencio es una planta que brota al interior
Si el corazón conserva su calefacción igual

Afuera se acerca el coche de las nieves
Trayendo su termómetro de ultratumba
Y me adormezco con el ruido del piano lunar
Cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia

Cae
Nieve con gusto a universo
Cae
Nieve que huele a mar

Cae
Nieve perfecta de los violines
Cae
La nieve sobre las mariposas

Cae
Nieve en copos de olores
La nieve en tubo inconsistente

Cae
Nieve a paso de flor
Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo

Huidobro, azor en la altura
La experimentación de Huidobro alcanza la cima en las dos obras que constituyen la tercera etapa de su obra: Altazor y Temblor del cielo (ambos de 1931).
Altazor o el viaje en paracaídas es considerada la obra maestra de Huidobro, un extenso poema que refleja las formulaciones teóricas que venía desarrollando el poeta. Si bien fue publicado en 1931, Huidobro da cuenta de que comenzó a escribirlo en 1919. La obra es el magnífico resultado de doce años de trabajo, siete cantos como los siete días de la creación precedidos por un prefacio.
Aunque las interpretaciones varían, una de las lecturas más comunes de Altazor aborda la obra como la invención de un lenguaje propio. Así, el camino lo inicia el prefacio en el que se instala el yo lírico. El “Canto I” (684 versos) es el renacimiento del hombre en poeta, y por lo tanto en dios. El “Canto II” (170 versos) se dirige a la amada, que bien podría ser la poesía. En el “Canto III” (160 versos) instala la idea de la poesía como un juego. En el “Canto IV” (339 versos) Huidobro comienza a desarticular el lenguaje, ruptura de significado que se concreta en el “Canto V” (637 versos). En el canto VI (175 versos) el lenguaje ya se ha desmantelado, pero aunque no existe significación el léxico es familiar. El Canto VII (67 versos) es un eco, sonidos que inventan un lenguaje nuevo, una línea directa con el otro lado del espejo. Huidobro se despereza en los límites del lenguaje. El resultado es un verso realmente libre que recorre la interioridad emocional del poeta frente a la sonoridad y el valor del entorno.
Decíamos del “Prefacio” que articula el yo poético de la obra. Lo hace, en parte, de la siguiente manera:

[…
]
Una tarde cogí mi paracaídas y dije: “Entre una estrella y dos golondrinas”. He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcos iris.

Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.

El primer día […]

Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso como un ombligo.

Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.

Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.

[…]

Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar […] a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.

[…]

Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.

[…]

Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles. Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.

Ah, ah soy Altazor, el gran poeta […]

La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.


El “Canto I” es una invitación a dar el salto y caer en los abismos del infinito. Desde la visión privilegiada que ofrece la altura, como desde la totalidad de una torre, el poeta desafía la realidad a través del lenguaje. Critica a la razón occidental y su comprensión chicata del mundo. El poeta se anima a la hermosura y a la tristeza de la soledad, salta entonces y muere, pero algo suyo sana, y renace, convertido en un dios.
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
[…]
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza
¿En dónde estás Altazor?
[…]
Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra
Sin miedo al enigma de ti mismo
Acaso encuentres una luz sin noche
Perdida en las grietas de los precipicios

Cae
Cae eternamente
Cae al fondo del infinito
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Cae lo más bajo que se pueda caer
Cae sin vértigo
[…]
Cae en música sobre el universo
[…]
Estás solo
Y vas a la muerte derecho como un iceberg que se desprende del polo
[…]
Y yo arrojo fuera de la noche mis últimas angustias
Que los pájaros cantando dispersan por el mundo
[…]
Soy yo Altazor
Altazor
Encerrado en la jaula de su destino
[…]
La evasión imposible
[…]
Soy yo Altazor el doble de mí mismo
El que se mira obrar y se ríe del otro frente a frente
El que cayó de las alturas de su estrella
Y viajó veinticinco años
Colgado al paracaídas de sus propios prejuicios
[…]
Estoy solo
La distancia que va de cuerpo a cuerpo
Es tan grande como la que hay de alma a alma
Solo
-------Solo
--------------Solo
Estoy solo parado en la punta del año que agoniza
El universo se rompe en olas a mis pies
[…]
Bebamos la tímida lucidez de la muerte
La lucidez polar de la muerte
[…]
Consumamos el placer
Agotemos la vida en la vida
Muera la muerte infiltrada de rapsodias langorosas
[…]
Todas son trampas
Trampas del espíritu
Transfusiones eléctricas de sueño y realidad
[…]
Todo ha de alejarse en la muerte esconderse en la muerte
Yo tú él nosotros vosotros ellos
Ayer hoy mañana
Pasto en las fauces del insaciable olvido
Pasto para la rumia eterna del caos incansable
[…]
La conciencia es amargura
La inteligencia es decepción
Solo en las afueras de la vida
Se puede plantar una pequeña ilusión
[…]
Embruja el universo con tu voz
Aférrate a tu voz embrujador del mundo
Cantando como un ciego perdido en la eternidad
Anda en mi cerebro una gramática dolorosa y brutal
La matanza continua de conceptos internos
Y una última aventura de esperanzas celestes
Un desorden de estrellas imprudentes
Caídas de los sortilegios sin refugio
[…]
Liberación, ¡Oh! si liberación de todo
De la propia memoria que nos posee
De las profundas vísceras que saben lo que saben
A causa de estas heridas que nos atan al fondo
Y nos quiebran los gritos de las alas
[…]
Dolor de ser isla
Angustia subterránea
Angustia cósmica
Poliforme angustia anterior a mi vida
[…]
Siglos siglos que vienen gimiendo en mis venas
[…]
Animal metafísico cargado de congojas
Animal espontáneo directo sangrando sus problemas
Solitario como una paradoja
Paradoja fatal
Flor de contradicciones bailando un fox-trot
Sobre el sepulcro de Dios
Sobre el bien y el mal
Soy un pecho que grita y un cerebro que sangra
[…]
Crujen las ruedas de la tierra
Y voy andando a caballo en mi muerte
Voy pegado a mi muerte como un pájaro al cielo
Como una fecha en el árbol que crece
Como el nombre en la carta que envío
Voy pegado a mi muerte
Voy por la vida pegado a mi muerte
Apoyado en el bastón de mi esqueleto
[…]
Y mientras los astros y las olas tengan algo que decir
Será por mi boca que hablarán a los hombres
[…]
Hablo porque soy protesta insulto y mueca de dolor
Sólo creo en los climas de la pasión
Sólo deben hablar los que tienen el corazón clarividente
La lengua a alta frecuencia
Buzos de la verdad y la mentira
[…]
Dadme dadme pronto un llano de silencio
Un llano despoblado como los ojos de los muertos
[…]
Todo es nuevo cuando se mira con ojos nuevos
[…]
Las palabras con fiebre y vértigo interno
Las palabras del poeta dan un mareo celeste
Dan una enfermedad de nubes
Contagioso infinito de planetas errantes
Epidemia de rosas en la eternidad
[…]
Mas no temas de mí que mi lenguaje es otro
[…]
Quiero darte una música de espíritu
Música mía de esta citara plantada en mi cuerpo
Música que hace pensar en el crecimiento de los árboles
Y estalla en luminarias dentro del sueño
Yo hablo en nombre de un astro por nadie conocido
[…]
El infinito se instala en el nido del pecho
Todo se vuelve presagio
Ángel entonces
El cerebro se trona sistro revelador
[…]
Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
Tengo cartas secretas en la caja del cráneo
Tengo un carbón doliente en el fondo del pecho
Y conduzco mi pecho a la boca
Y la boca a la puerta del sueño
[…]
El mundo se me entra por los ojos
Se me entra por las manos se me entra por los pies
Me entra por la boca y se me sale
En insectos celestes o nubes de palabras por los poros
[…]

Continúa luego el romántico “Canto II”, del cual no si la musa es una mujer, como lo indica el principio del poema, o bien la poesía misma dadas las características de la obra:

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
[…]
Mi alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños
(…)
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de una catástrofe
Mi alegría es mirarte cuando escuchas
Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua
Y te quedas suspensa largo rato
[…]
En dónde estás triste noctámbula
Dadora de infinito
Que pasea en el bosque de los sueños

El espacio donde están los amantes, o el poeta y la palabra, es ya a esta altura onírico. Desde aquí, Huidobro alejará las palabras de sus usos cotidianos, devolviendo el sonido a su carácter primigenio y “acariciador”, desnudo de pasajes descriptivos. Y el único camino para andar esa dirección es el del juego:

[…]
El juego es juego y no plegaria infatigable
Sonrisa o risa y no lamparillas de pupila
[…]
Agoniza el último poeta
Tañen las campanas de los continentes
Muere la luna con su noche a cuestas
El sol se saca del bolsillo el día
Abre los ojos el nuevo paisaje solemne
Y pasa desde la tierra a las constelaciones
El entierro de la poesía
[…]
Todas las lenguas están muertas
Muertas en manos del vecino trágico
Hay que resucitar las lenguas
Con sonoras risas
Con vagones de carcajadas
Con cortacircuitos en las frases
Y cataclismo en la gramática
Levántate y anda
Estira las piernas anquilosis salta
Vive vive como un balón de fútbol
[…]
Y puesto que debemos vivir y no nos suicidamos
Mientras vivamos juguemos
[…]

De esta manera, el poeta comienza a desarticular el discurso para ir en búsqueda de su clave poética. En este contexto, el “Canto IV” es una alabanza de la percepción a la vez que una exhortación bajo el leit motiv “no hay tiempo que perder”. De cara a la angustia de lo que irremediablemente se fuga, la repetición de versos genera un vértigo por el que resbala la lectura anticipando un cambio, una ruptura. El discurso adopta nuevamente formas premonitorias, o bien alcanza una desnudez que lo acerca a la poesía oriental:

[…]
No hay tiempo que perder
Enfermera de sombras y distancias
Yo vuelvo a ti huyendo del reino incalculable
De ángeles prohibidos por el amanecer
[…]
Yo amo mis ojos y tus ojos y los ojos
Los ojos con su propia combustión
Los ojos que bailan al son de una música interna
Y se abren como puertas sobre el crimen
Y salen de su órbita y se van como cometas sangrientos al azar
Los ojos que se clavan y dejan heridas lentas a cicatrizar
[…]
¿Quiénes se están muriendo y quiénes nacen
Mientras mi pluma corre en el papel?

No hay tiempo que perder

Levántate alegría
Y pasa de poro en poro la aguja de tus sedas
[…]
No hay tiempo que perder
Todo esto es triste como el niño que está quedándose huérfano
O como la letra que cae al medio del ojo
O como la muerte del perro de un ciego
O como el río que se estira en su lecho de agonizante
Todo esto es hermoso como mirar el amor de los gorriones
[…]
No hay tiempo que perder

Los iceberg que flotan son los ojos de los muertosConocen su camino

Ciego sería el que llorara
Las tinieblas del féretro sin límites
Las esperanzas abolidas
Los tormentos cambiados en inscripción de cementerio
Aquí yace carlota ojos marítimos
Se le rompió un satélite
Aquí yace Matías en su corazón dos escualos se batían
Aquí yace Marcelo mar y cielo en el mismo violonchelo
Aquí yace Susana cansada de pelear contra el olvido
Aquí yace Teresa ésa es la tierra que araron sus ojos hoy ocupada con su cuerpo
Aquí yace Angélica anclada en el puerto de sus brazos
Aquí yace Rosario río de rosas hasta el infinito
Aquí yace Raimundo raíces del mundo son sus venas
Aquí yace Clarisa clara risa enclaustrada en la luz
Aquí yace Alejandro antro alejado ala adentro
Aquí yace Gabriela rotos los diques sube en las savias hasta el sueño
Esperando la resurrección
Aquí yace Altazor azor fulminado por la altura
Aquí yace Vicente antipoeta y mago
Ciego sería el que llorara
Ciego como el poeta que va con su bastón
Y su neblina de ánimas que lo siguen
Obediente al instinto de sus sentidos
[…]
¿Oyes el ruido que hacen las mandolinas al morir?”

El “Canto V” comienza a recorre el terreno inexplorado. El puro juego, la carencia de nexos lógicos, el tono anunciatorio, la cacofonía, pueblan los versos. Por ejemplo, en el medio del poema encontramos 192 versos que comienzan con la palabra “Molino”. Las asociaciones se vuelven lógicamente imposibles, los símbolos son utilizados por fuera de su referencia canónica, y el lector va cayendo en el asombro, en el terreno del extrañamiento, en la emoción poética.

Aquí comienza el campo inexplorado
Redondo a causa de los ojos que lo miran
[…]
Hay un espacio despoblado
Que es preciso poblar
[…]
Noche de viejos terrores de noche
[…]
Se abre la tumba y al fondo se ve el mar
El aliento se corta y el vértigo suspenso
Hincha las sienes se derrumba en las venas
[…]
Se abre la tumba y al fondo se ve un rebaño perdido en la montaña
La pastora con su capa de viento al lado de la noche
Cuenta las pisadas de Dios en el espacio
Y se canta a sí misma
[…]
Se abre la tumba y al fondo se ve un desfile de témpanos de hielo
Que brillan bajo los reflectores de la tormenta
Y pasan en silencio a la deriva
[…]
Se abre la tumba y en el fondo se ve una enorme herida
Que se agranda en lo profundo de la tierra
Con un ruido de verano y primaveras
[…]
Se abre la tumba y sale un sollozo de planetas
Hay mástiles tronchados y remolinos de naufragios
Doblan las campanas de todas las estrellas
Silba el huracán perseguido a través del infinito
Sobre los ríos desbordados
[…]
Se abre la tumba y en el fondo se ve el mar
Sube un canto de mil barcos que se van
En tanto un tropel de peces
Se petrifica lentamente
[…]
Río ríe antes que venga la fatiga
En su carro nebulosos de días
Y los años y los siglos
Se amontonen en el vacío
Y todo sea oscuro en el ojo del cielo

La cascada que cabellera sobre la noche

Con su luna que almohada al cielo
Yo ojo el paisaje cansado
Que se ruta hacia el horizonte
A la sombra de un árbol naufragando
[…]
Los astros que trago crujen en mis entrañas
Proa a la borrasca en procesión procreadora
Proclamo mis proezas bramadoras
Y mis bronquios respiran en la tierra profunda
[…]
Mío mío es todo el infinito
Mis mentiras huelen a cielo
Y nada más
Y ahora soy mar
[…]
El mar se abrirá para dejar salir los primeros náufragos
Que cumplieron su castigo
Después de tantos siglos y más siglos
Andarán por la tierra con miradas de vidrio
Escalarán los montos de sus frases proféticas
Y se convertirán en constelaciones
[…]
Y de tu tumba saldrá un arco-iris como un tranvía
Del arco-iris saldrá una pareja haciendo el amor
Del amor saldrá una selva errante
De la selva saldrá una flecha
De la flecha saldrá una liebre huyendo por los campos
De la liebre saldrá una cinta que irá señalando su camino
De la cinta saldrá un río y una catarata que salvará a la liebre de sus perseguidores
Hasta que la liebre empiece a trepar por una mirada
Y se esconda al fondo del ojo
[…]
Y yo oigo la risa de los muertos debajo de la tierra.

El “canto VI” es liviano, se perciben aireados los versos. A lo largo de Altazor han ido desagregándose niveles del lenguaje a través de una experimentación progresiva. El “Canto VI” es, en relación al “Canto VII”, el paso anterior al desmantelamiento total del lenguaje, la absoluta alteración de los niveles del enunciado hasta dar con un lenguaje inicial, un balbuceo sin sentido a través de signos inarticulados.

Publicado Altazor Huidobro se vuelca a la narrativa. De un tiempo de vacaciones en Francia junto al artista alsaciano Hans Arp nacen las Tres novelas ejemplares (1931), luego conocidas como Tres inmensas novelas (1935), escritas en francés y luego traducidas al español por Huidobro, y cargas de un humor caricaturesco, que apela a la exageración y al absurdo.

En 1933 regresa a Chile, donde inicia una intensa actividad en el Partido Comunista chileno. Su posición es, ante todo, antibelicista. Su mensaje encuentra más eco entre los jóvenes, y será también por esos años que Huidobro comenzará a tratarse asiduamente con la generación literaria joven de su país, en cuya formación tendrá así una influencia directa.

En Santiago publica cuatro novelas: La Próxima, Papá o el diario de Alicia Mir, Cagliostro (novela-film), Sátiro o el poder de las palabras. La Próxima (1934) cuenta el enfrentamiento entre un padre y un hijo que quiere alistarse en las filas del comunismo; al final, el padre le da la razón al hijo y dice de Rusia que constituye la única esperanza. Sátiro o el poder de las palabras (1939) es protagonizada por un individuo tirado por dos cuerdas: la angustia del ensimismamiento metafísico y la conciencia de volcarse a la colectividad, un hombre entre la castración espiritual y la castración social.

Huidobro reflexivo


El regreso de Huidobro a la poesía llegará a través de dos libros que han sido vistos como una cuarta etapa en la obra de Huidobro: Ver y palpar (1941) y El ciudadano del olvido (1941). El tono más sosegado y reflexivo de este Huidobro se observa en la prosa poética “Irreparable, nada es irreparable”, que transcribo íntegra:

La muerte que no admite que la sigan, la inauguración de la tormenta, la primera sonrisa del viento, todo lo que angustia como la eternidad, todo lo que se rompe en el infinito, la frase huyamos juntos colgado del abismo y rompiendo los puentes tras de sí.
Eso es todo, eso es todo
Y luego una mirada partida en dos y un hombre entre la vida y la muerte, porque nadie comprende, deja caer el tiempo por sus largos cabellos, sus cabellos tejidos de melancolía y de recuerdos.
Sus ojos hermosos amargos como el espacio dicen: Nada me importa, nada deseo, todo lo he visto, todo lo he vivido.
Horror.
Viejos astros de las admiraciones, plantas de encantos que salían de su boca y perfumaban los destinos, espirales de vértigo de sus besos pesados de naufragios… y gritar de repente desde la última cumbre: Adios.
Y entonces alejarse envuelto en una capa de huracanes. Huir del pensamiento, dejar atrás la agitación limitada de los hombres y esconderse en la guarida de los pájaros del silencio, allí donde sólo reinan los mil reflejos de la soledad.
Huir de sí mismo y de las trampas que nos tienden nuestras propias alas, saltar al vacío del más avanzado promontorio de las quimeras.
Huir. Desenredarse de sus arterias y huir de sí mismo, huir de sus huesos.
En el postrer aliento queda una palabra por nacer enterrada ya en sus ilusiones, dejando apenas una estrella de suspiros, y en la última lágrima hay un ángel que se ahoga sin ni siquiera pedir socorro.
No he sido avaro de mi vida, ni fui avaro de mis naves de lumbres. No he regateado las descargas de mi corazón, ni la electricidad de mis pupilas.
Comprendido habría sido muy otro. Pero no puedo ser, acaso no debió ser.
Mi avión aterrizó siempre sobre los arrecifes donde aguardaban las manos temblorosas tendidas a la angustia y puedo decir, magnífico de orgullo, que muchas veces bajé cargado de ilusiones de Pascua y vacié mis sacos de luz en las faldas de los niños encanecidos de desaliento.
Ahora soy un fantasma de invierno parado en la puerta de los siglos y puedo volverme y gritar antes de pasar el umbral: Ninguno de vosotros ha tenido una vida más bella, ni un cielo más hinchado de estrellas, ni tantas auroras de entusiasmo vertidas por los dioses. Ningún labio conoció más palabras divinas de fiebre, ningún oído escuchó tales temblores de delirio.
Ahora soy un fantasma de nieve, un sembrador de escarcha. Pero volveré trayendo en la frente el sudor de las nubes. Prosternaos vosotros los que no habéis pisado jamás el horizonte.
Ahora soy el fantasma que huye vestido de grandeza y de dolor.
¿Pero mañana?
El mañana es mío. Será mío otra vez como el destino inapelable de la luz, como el terciopelo de los besos que miden la eternidad.
Y un día habrá un pañuelo entre dos estrellas y será el adiós definitivo.
Entonces dirán: Llevaba en sus ojos la piedra filosofal, y muchos viajeros reconocerán otra vez las huellas pesadas bajo el fardo de los tesoros astrales. Y volverá a dar vueltas el anillo del caos...cumple, cumple tus destinos y los impulsos de las leyes de atracción. Sigue la voluntad celeste y deja alejarse las mariposas y los barcos como los canastos de luz hacia los faros del desastre.

El ciudadano del olvido (1941) es, no tengo dudas, la obra de Huidobro que a mí más me gusta. Allí encontramos también, por ejemplo, el sensible poema “Para llorar”:

Es para llorar que buscamos nuestros ojos
Para sostener nuestras lágrimas allá arriba
En sus sobres nutridos de nuestros fantasmas
[…]
Nuestro cuerpo cruje en el silencio
Como el esqueleto en el aniversario de su muerte
Es para llorar que buscamos palabras en el corazón
En el fondo del viento que hincha nuestro pecho
En el milagro del viento lleno de nuestras palabras

La muerte está atornillada a la vida
Los astros se alejan en el infinito y los barcos en el mar
Las voces se alejan en el aire vuelto hacia la nada
Los rostros se alejan entre los pinos de la memoria
[…]
Es para llorar que la vida es tan corta
Es para llorar que la vida es tan larga
[…]
Es para llorar que la muerte es tan rápida
Es para llorar que la muerte es tan lenta.

A lo largo de su vida, Vicente Huidobro fue un viajero incansable. Tal vez el poema “Viajero”, que también podremos encontrar en El ciudadano del olvido (1941), evoque el sentimiento universal que se experimenta al viajar:

Qué clima es éste de arenas movedizas y fuera de su edad
Qué país de clamores y sombreros húmedos
En vigilancia de horizontes
Qué gran silencio por la tierra sin objeto
Preferida sólo de algunas palabras
Que ni siquiera cumplen su destino.
No es cambiar la tristeza por una ventana o una flor razonable
Ni es un mar en vez de un recuerdo
Es una aspiración adentro de su noche
Es la vida con todas sus semillas

Explicándose sola y decorada como montaña que se despide
Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las estrellas
Son los ríos derrochados
Es el hecho de ser amado y sangrar entre las alas
De tener carne y ojos hacia toda armonía
Y bogar de fondo a fondo entre fantasmas reducidos
Y volar como muertos en torno al campanario
Andar por el tiempo huérfano de sus soles
De sueño a realidad y realidad a visión enredada de noche
Y siempre en hombre en diálogo secreto
En salto de barreras siempre en hombre

También en El ciudadano del olvido (1941) apareció por primera vez su preciosa “Balada de lo que no vuelve”, ese llanto de palabras al tiempo ido:

Venía hacia mí por la sonrisa
Por el camino de su gracia
Y cambiaba las horas del día
El cielo de la noche se convertía en el cielo del amanecer
El mar era un árbol frondoso lleno de pájaros
Las flores daban campanadas de alegría
Y mi corazón se ponía a perfumar enloquecido

Van andando los días a lo largo del año
¿En dónde estás?
Me crece la mirada
Se me alargan las manos
En vano la soledad abre sus puertas
Y el silencio se llena de tus pasos de antaño
Me crece el corazón
Se me alargan los ojos
Y quisiera pedir otros ojos
Para ponerlos allí donde terminan los míos
¿En dónde estás ahora?
¿Qué sitio del mundo se está haciendo tibio con tu presencia?
Me crece el corazón como una esponja
O como esos corales que van a formas islas
Es inútil mirar los astros
O interrogar las piedras encanecidas
Es inútil mirar ese árbol que te dijo adiós el último
Y te saludará el primero a tu regreso
Eres sustancia de lejanía
Y no hay remedio
Aman los días en tu busca

A qué seguir por todas partes la huella de tus pasos
El tiempo canta dulcemente
Mientras la herida cierra los párpados para dormirse

Me crece el corazón
hasta romper sus horizontes
hasta saltar por encima de los árboles
y estrellarse en el cielo
La noche sabe qué corazón tiene más amargura

Sigo las flores y me pierdo en el tiempo
de soledad en soledad
Sigo las olas y me pierdo en la noche
de soledad en soledad
Tú has escondido la luz en alguna parte
¿en dónde? ¿en dónde?
Andan los días en tu busca
los días llagados coronados de espinas
se caen se levantan
y van goteando sangre
Te buscan los caminos de la tierra
de soledad en soledad
Me crece temblando el corazón
Nada vuelve
Todo es otra cosa
Nada vuelve nada vuelve
Se van las flores y las hierbas
el perfume apenas llega como una campanada de otra provincia
Vienen otras miradas y otras voces
Viene otra agua en el río
Vienen otras hojas de repente en el bosque
Todo es otra cosa
Nada vuelve
Se fueron los caminos
Se fueron los minutos y las horas
Se alejó el río para siempre
Como los cometas que tanto admiramos
Desbordará mi corazón sobre la tierra
y el universo será mi corazón

Pero sin dudas, mi poesía favorita de esta estapa de Huidobro, que también se lee en El ciudadano del olvido (1941), es el poema existencial “Aquí estamos”:

Nada está sujeto a los ojos para siempre
Nada tiene lazos de leyenda a través del murmullo
Sólo tu sombra da el destino y despierta la caverna
Tu lumbre que suspira a modo de subir
Entregándose entera en su esperanza
Como chispa confiada y como signo de su hondura.

Volvamos al principio sin conclusión alguna
En virginal salida de la piel vidente
Sin suceso del día ni del año sino largo memorial
De la raíz a la más alta punta
Con los dedos crecidos por el viento
Y el terror de los anuncios obscuros regalados
Humildemente regalados como semillas a la madre
Así el barco buscado por sus aguas
Ha de reconocer los fluidos de su acento
Y será reconocido por las puertas hermanas

La idea es nacimiento y sepulcro de grandes alas
Es vuelo general es huída de células y huesos
En árbol repentino sin recuerdo aparente
Es un río asomado a su balcón
En el ir y venir de rincones incógnitos
Entre cabezas y corazones asustados por su modo de ser
Infinito alarido por el tiempo enseñado
Con tanta muerte adentro que es cúspide de vida
Interminable océano sacrificado a la noche
Y noche sacrificada al sol que no la espera

Huidobro, sus últimos años

Finalizada la segunda guerra, el poeta regresa definitivamente a Chile. Divorciado y vuelto a casar, llega a su patria del brazo de su tercera mujer, Raquel Señoret. En un principio, se instala en una cómoda residencia de Santiago, pero poco tiempo después se muda a Cartagena, más precisamente a un fundo ubicado frente al mar.

Al final de su vida, Huidobro gustó de recibir a sus amigos y discípulos, y disfrutó de su familia. En 1947 sufrió un derrame cerebral, y murió el 2 de enero de 1948, con casi cincuenta y seis años. Su hija Manuela recopiló su obra póstuma en una edición intitulada Últimas poesías (1948).

De esa recopilación es el reflexivo poema “Solitario invencible”:

Resbalando
Como canasta de amarguras
Con mucho silencio y mucha luz
Dormido de hielos
Te vas y vuelves a ti mismo

Te ríes de tu propio sueño
Pero suspiras poemas temblorosos
Y te convences de alguna esperanza

La ausencia el hambre de callar
De no emitir más tantas hipótesis
De cerrar las heridas habladoras
Te da una ansia especial
Como de nieve y fuego
Quieres volver los ojos a la vida
Tragarte el universo entero
Esos campos de estrellas
Se te van de la mano después de la catástrofe
Cuando el perfume de los claveles
Gira en torno de su eje

También póstuma es la aparición de su “Monumento al mar”, que habrá escrito nuestro viejo amigo con sus últimas energías, desde la ventana de su fundo en Cartagena:

Paz sobre la constelación cantante de las aguas
Entrechocadas como los hombros de la multitud
Paz en el mar a las olas de buena voluntad
Paz sobre la lápida de los naufragios
Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas tenebrosas
Y si yo soy el traductor de las olas
Paz también sobre mí
[…]
He aquí la muerte inagotable desde el principio del mundo
Porque un día nadie se paseará por el tiempo
Nadie a lo largo del tiempo empedrado de planetas difuntos
[…]
Escucha nuestras risas y también nuestro llanto
Escucha los pasos de millones de esclavos
Escucha la protesta interminable
De esa angustia que se llama hombre
Escucha el dolor milenario de los pechos de carne
Y la esperanza que renace de sus propias cenizas cada día

También nosotros te escuchamos
Rumiando tantos astros atrapados en tus redes
Rumiando eternamente los siglos naufragados
También nosotros te escuchamos

Cuando te revuelcas en tu lecho de dolor
Cuando tus gladiadores se baten entre sí
Cuando tu cólera hace estallar los meridianos
O bien cuando te agitas como un gran mercado en fiesta
O bien cuando maldices a los hombres
O te haces el dormido
Tembloroso en tu gran telaraña esperando la presa

Lloras sin saber por qué lloras
Y nosotros lloramos creyendo saber por qué lloramos
[…]
Junto a mi corazón te siento
Cuando oigo el gemir de tus violines
Cuando estás ahí tendido como el llanto de un niño
Cuando estás pensativo frente al cielo
Cuando estás dolorido en tus almohadas
Cuando te siento llorar detrás de mi ventana
Cuando lloramos sin razón como tu lloras

He aquí el mar
El mar donde viene a estrellarse el olor de las ciudades
Con su regazo lleno de barcas y peces y otras cosas alegres
[…]
El mar que se estira y se aferra a sus orillas
El mar que envuelve las estrellas en sus olas
[…]
Con sus días de paz y sus noches de histeria

Y al otro lado qué hay al otro lado
Qué escondes mar al otro lado
El comienzo de la vida largo como una serpiente
O el comienzo de la muerte más honda que tú mismo
Y más alta que todos los montes
Qué hay al otro lado
La milenaria voluntad de hacer una forma y un ritmo
O el torbellino eterno de pétales tronchados
[…]
He ahí el mar
De una ola a la otra hay el tiempo de la vida
De sus olas a mis ojos hay la distancia de la muerte

No menos emocionante es su poesía “El paso del retorno”, también publicada entre su obra póstuma:

Yo soy ese que salió hace un año de su tierra
Buscando lejanías de vida y muerte
[…]
He vivido una vida que no puede vivirse
Pero tu Poesía no me has abandonado un solo instante
[…]
Heme aquí vestido de lejanías
Atrás quedaron los negros nubarrones
Los años de tinieblas en el antro olvidado
Traigo un alma lavada por el fuego
Vosotros me llamáis sin saber a quién llamáis
Traigo un cristal sin sombra un corazón que no decae
La imagen de la nada y un rostro que sonríe
Traigo un amor muy parecido al universo
La poesía me despejó el camino
Ya no hay banalidades en mi vida
¿Quién guió mis pasos de modo tan certero?
[…]
¡Cuánto tiempo perdido! Este es el hombre de las lejanías
El que daba vuelta las páginas de los muertos
Sin tiempo sin espacio sin corazón sin sangre
El que andaba de un lado para otro
Desesperado y solo en las tinieblas
Solo en el vacío
Como un perro que ladra hacia el fondo de un abismo
[…]
Los árboles lloran un pájaro canta inconsolable
Decid ¿quién es el muerto?
El viento me solloza
¡Qué inquietudes me has dado!
Algunas flores exclaman
¿Estás vivo aún?
¿Quién es el muerto entonces?
Las aguas gimen tristemente
¿Quién ha muerto en estas tierras?
Ahora sé lo que soy y lo que era
Conozco la distancia que va del hombre a la verdad
Conozco la palabra que aman los muertos
[…]
Hay tantos muertos que me llaman
Allí donde la tierra pierde su ruido
Allí donde me esperan mis queridos fantasmas
Mis queridos espectros
Miradme os amo tanto pero soy extranjero
[…]
Vuestro tiempo y vuestro espacio
No son mi espacio ni mi tiempo
¿Quién es el extranjero? ¿Reconocéis su andar?
Es el que vuelve con un sabor de eternidad en la garganta
Con un olor de olvido en los cabellos
Con un sonar de venas misteriosas
Es este que está llorando el universo
Que sobrepasó la muerte y el rumor de la selva secreta
Soy impalpable ahora como ciertas semillas
Que el viento mismo que las lleva no las siente
[…]
Allí donde se confunde ola muerte con el canto del mar
Ahora vengo a saber que fui a buscar las llaves
He aquí las llaves
¿Quién las había perdido?
[…]
He aquí los signos
¡Cuánto tiempo olvidados!
[…]

En la poesía de Huidobro, la preocupación que le suscita la muerte aparece ya en sus primeros versos ("Bajo esa verde y natural alfombra / ¡qué bien el cuerpo debe reposar! / En tanto al alma el más allá le asombra"). Entre los poemas póstumos aparecen diversos poemas dedicados a la muerte. Entre ellos, y para mencionar solo algunos, las poesías "Edad Negra" y “La muerte que alguien espera”. Para finalizar esta evocación de la vida y obra de Huidobro, quisiera transcribir su maduro, bello y angustiante poema “Quiero desaparecer y no morir”:

Quiero desaparecer y no morir
Quiero no ser y perdurar
Y saber que perduro
Llamo a las puertas de la muerte
Y me retiro
Llamo a la vida y huyo avergonzado
Quiero ser toda mi alma y no lo puedo
Quiero todo mi cuerpo y no lo logro

Por voluntad del propio Huidobro, sus restos descansan enterrados en una colina de cara al Pacífico. Su epitafio, inscripto sobre la lápida, este verso suyo:
Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar




Notas:
(1) En Pasando y pasando (1914), Huidobro refiere este episodio diciendo: “fui al estudio, tomé mi sombrero y salí del colegio, cuidando antes de avisarle a mi confesor la determinación que había tomado de no permanecer un día más en el colegio con una calumnia encima… A los pocos días de mi salida del colegio llegó una carta del padre Prefecto, que hasta hoy conservo, en que decía a mis padres que yo podía volver al colegio. Buen cuidado tuve de no volver jamás.”

(2) La carta de Pablo de Rokha, autor de grandes versos (“Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente / como la eternidad encima de los muertos”) sube incluso el tono, redobla la apuesta y continúa: “[…] ya me aburrió la historia esta, Vicentillo. Además, yo no soy un cobarde como para pegarle en el suelo a una gallina que cacarea porque dice que ha puesto un huevo en Europa. ¿Refutar el charquicán de basuras de tus mentiras y calumnias? Pero si toda tu obra es mentira y calumnia y plagio”. (La Opinión. Santiago de Chile, 3 de julio de 1935.) Es curiosa esta entrevista cuando se la contrasta con el siguiente hecho incontestable: en 1913, Vicente Huidobro y Carlos Díaz Loyola fundan Azul, una revista literaria de la que aparecieron solamente tres números. Pablo de Rokha es el seudónimo de Carlos Díaz Loyola. A Carlos Díaz Loyola no le importó siendo joven de dónde provenía el dinero que fundaba la revista Azul.

(3) “Entrevista”.
La Nación, Santiago de Chile, 28 de mayo de 1939, p. 5. En una entrevista anterior, de 1925, Huidobro ya había manifestado su admiración por el creador del modernismo, al decir: “Creo que en América desde el polo norte al polo sur, sólo ha habido dos poetas: Edgar Poe y Rubén Darío. Lo demás: ¡arpegios de loros!” (“Entrevista” Juan Emar. La Nación, Santiago de Chile, 29 de abril de 1925.

(4) El caligrama (término derivado del conocido libro de G. Apollinaire Calligrammes) “Triángulo armónico” fue anticipado en octubre de 1912, en el no. 1 de la Revista Musa Joven, que también fundó Huidobro.

(5) En la revista
Alfar de julio de 1923, Guillermo de Torre ataca a Huidobro. Lo acusa de haber copiado su estética del uruguayo Julio Herrera y Reissig. Huidobro le contesta diciendo que, precisamente en La Gruta del Silencio, él mismo había declarado esa influencia. Otra obra sudamericana de la que puede hallarse rastro dentro de estos años de Huidobro es Trilce (1922), de don César Vallejo. Tanto Huidobro como Vallejo se leen, a su vez y sin ánimo de desmerecer sino más bien todo lo contrario, en La Masmédula (1954), del gran Oliverio Girondo. Así este bosque de pinos se hace cada vez más extenso.

(6) Por esta misma época temprana de Huidobro, pero en Estados Unidos, el influjo de Emerson se observa en los poetas del así denominado imagismo, entre los cuales destacan Ezra Pound (1885-1972), T. S. Eliot (1888-1965) y Robert Lee Frost (1874-1963). El imagismo fue un movimiento que se llamó a purificar la poesía de todo lo sentimental y retórico, y que incluyó, con los matices del caso, reflexiones sobre la realidad del artista, la posibilidad de fusionar lo temporal y lo eterno, y la utilización de figuras retóricas inusuales o paradojales. De igual manera, el creacionismo que propone Huidobro es “un grito de guerra contra la anécdota y la descripción, esos dos elementos extraños a la poesía pura y que durante tantos siglos han mantenido el poema atado a la tierra.” (Entrevista nota 7). Para Huidobro, “el adjetivo que no sirve/mata” (Altazor), y en una declamación de esta misma característica de la estética creacionista declama “Basta señora arpa de las bellas imágenes/de los furtivos comos iluminados/Otra cosa otra cosa buscamos/Sabemos posar un beso como una mirada/Plantar miradas como árboles/[…] ”

(7) Todas las citas de este párrafo hasta aquí en “Conversando con Huidobro”, Ángel Cruchaga Santa María.
El Mercurio, Santiago de Chile, 31 agosto 1919, p. 4.

(8) “El cubismo y su estética”. Enrique Gómez-Carrillo.
El Liberal, Madrid, 20 junio 1919, a lo cual responderá Huidobro diciendo: “antes de conocer a Reverdy había yo escrito y publicado en Buenos Aires casi toda la primera parte de Horizon Carré (…) No pretendo con esto dar a entender que yo haya influenciado a Reverdy, eso sería tan falso como que él me hubiera influenciado. Fue solamente una analogía espiritual, y así el primer día que nos hallamos en París pudimos constatarlo leyéndonos mutuamente poesías en las cuales había cierto fondo estético semejante. Sin embargo, fuera de este pequeño fondo semejante bastaría leer nuestras obras para percibir la absoluta diferencia que existe entre ellas. Mientras Reverdy es un poeta eminentemente dramático, yo creo ser un poeta puramente lírico. Además, como usted ha visto en sus libros, Reverdy es todavía un poeta descriptivo.” (“Entrevista”. El Mercurio, Santiago de Chile, 31 agosto 1919, p. 4).

(9) Esta y las citas que continúan hasta nueva referencia, “Entrevista”.
La Nación, Santiago de Chile, 28 de mayo de 1939, p. 5

(10) Ver nota 9

(11) Sobre el rol político de Vicente Huidobro, que aquí no abordo, y el periódico de 1925 que llevó el nombre Acción política, diario de purificación nacional, consultar Montserrat Nicolás,
Vicente Huidobro ¿Poeta, Político o Intelectual?, en http://montserratnicolas.wordpress.com/libro-sobre-vicente-huidobro/